Noviembre es el mes de la familia. La iglesia Católica lo recordó el domingo con concurridas manifestaciones, y en ellas, compartiendo algunas reflexiones sobre la importancia de esa institución como base para el desarrollo de una sociedad sana.Aunque sufrimos los dramas de familias en situaciones difíciles, los dominicanos son conscientes de cómo esa entidad prevalece como núcleo básico, aun cuando sus miembros ya adultos toman diferentes rumbos, incluso en la lejanía de otras latitudes, en búsqueda de oportunidades.
En la legislación dominicana está muy claro el marco de la institución familiar y así lo establece la carta sustantiva cuando señala que la familia es el fundamento de la sociedad y el espacio básico para el desarrollo integral de las personas.
Aunque la familia es el estrecho círculo de la singularidad del hogar, la misma no está al margen del contexto social. Es el conjunto de familias que perfilan el sentido de la sociedad y ésta influye dinámicamente en su desarrollo. Es una relación compleja que amerita que el Estado estimule las condiciones para una vida armónica, estable y segura. Un marco general garante del crecimiento de familias sanas, sin las cuales resulta difícil el avance social.
Es una construcción cada vez más difícil. La debilidad funcional del estado garante estimula la inseguridad y todos los problemas y conflictos que impactan los entornos familiares.
Lo esencial sin embargo es que las personas, los ciudadanos en general, empezando por los padres y las madres, comprendan que deben trabajar para fortalecer el núcleo fundamental que es la familia de todas las amenazas.
Las instituciones del sistema tienen roles que cumplir. El Poder Judicial debe garantizar una justa administración judicial; el Ejecutivo, una gobernanza capaz de sustentar el clima de seguridad para el disfrute y ejercicio de los derechos fundamentales en todos los ámbitos de la vida.
Mientras todo sea una quimera, la familia tendrá una alta vocación de resultar fallida, y por extensión, la misma sociedad.
