El cambio climático, el calentamiento global y sus terribles consecuencias no son un problema del futuro, sino tan presente que las temperaturas extremas, inundaciones o sequías, los desastres atmosféricos que destruyen cosechas y poblaciones, suceden cada vez con mayor intensidad.

Esa crisis del clima es también una crisis de los derechos de la infancia, porque amenaza directamente la capacidad de los niños para sobrevivir, crecer y prosperar, porque profundiza las desigualdades y empuja a las niñas, niños, jóvenes y mujeres de sectores vulnerables a la pobreza extrema, a la migración y a la tensión social.

Recientemente se celebró en nuestro país el Seminario Empresarial “Primera Infancia, Cambio Climático y Sostenibilidad”, patrocinado por Unicef, con el propósito de reunir al ámbito empresarial para analizar los efectos desproporcionados de este problema en la primera infancia, un evento que arroja conclusiones y datos aterradores.

Se calcula que en Latinoamérica y el Caribe 169 millones de niños y niñas viven en áreas afectadas por al menos dos riesgos climáticos y ambientales y 47 millones de niños y niñas (1 de cada 4) habitan en zonas afectadas por al menos cuatro eventos.

Eso no es todo, porque las inundaciones que destrozan el hábitat de sectores vulnerables generan también enfermedades, por ejemplo, hay 85 millones de infantes con riesgo de contraer zika; 115 millones expuestos al dengue; la salud de 105 millones de niños y niñas está en riesgo por la contaminación del aire.

Otras enfermedades acechan, como la malaria, la diarrea infantil, el cólera, la tuberculosis, y el riesgo de desnutrición debido a la destrucción de cultivos alimenticios, a lo que se añaden los problemas por desplazamientos forzados, sea por inundaciones o por sequías.

Aunque Unicef y los participantes del seminario, tanto autoridades como representantes empresariales, se comprometen a mejorar la situación de la infancia ante el cambio climático, se necesita mucho más, como involucrar a gobiernos, empresas y comunidades en formular programas de ayuda, controlar emisiones, combatir la tala indiscriminada, cuidar los ríos y playas, exigir políticas ambientales saludables.

Una conclusión importante, ha sido la de que cada vez es más evidente la necesidad de hacer realidad el compromiso de colocar los derechos de los niños en el centro de las discusiones.

Sólo así podremos cuidar a los niños ante el cambio climático, que equivale a resguardar el futuro de nuestro planeta.

Posted in Editorial

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas