Es muy grave el momento que vive el país. De absoluta desconfianza entre los actores políticos. El relato más vívido de ese temperamento lo reflejan las organizaciones –más de cien- que suscriben el petitorio a la Organización de Estados Americanos (OEA) para que desentrañe la realidad de lo ocurrido el pasado 16 de febrero con las fallidas elecciones municipales. Sus esperanzas están cifradas en lo que reporte la investigación de esa organización sobre esos hechos. Sería el inicio de una nueva fase de confianza. Pero habrá que esperar.

Eso confirma la ausencia de entes de mediación en el plano nacional. Se planteó la idea de un diálogo de las partes en la competencia electoral. Hay gestores, pero no se observan indicaciones de progreso. Pero se teme que la desconfianza lo esté permeando.

Hasta el 16 de febrero, y muy al margen de las quejas expresadas acerca de la administración del proceso, la Junta Central Electoral (JCE) contaba con el aval de amplios segmentos. Pero los acontecimientos de ese día, y lo ocurrido posteriormente, la hundieron en el descrédito. Muy doloroso, pero es la realidad.

En medio de esa situación, algunos hablan de mecanismos de acompañamiento a la JCE. Ya está la presencia de una organización extranjera que ayudará a materializar la transmisión de los resultados de las votaciones y otras entidades se aproximan en otras direcciones.

La búsqueda de la verdad de lo ocurrido el 16 de febrero pasado está en manos de la OEA. ¡Oh, la misma OEA! Dónde hemos llegado, a una suerte de mediación internacional en la administración de un proceso interno.

Es un reflejo del punto en que se encuentra la sociedad dominicana. Esperemos que no nos precipitemos a peor, y que el liderazgo local al más alto nivel entienda los riesgos a que se expone la democracia, que para ser creíble requiere de esa mediación extranjera.

¿Hay peligros en el horizonte? No parece muy difícil advertirlo.

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