Al igual que todos los sectores, la educación también ha sido severamente impactada por el coronavirus.
La pública y la privada no han podido ser presenciales, por el distanciamiento impuesto para evitar la propagación del virus, porque a pesar de que este afecta a los de más edad, también los menores corren el riesgo de ser afectados.

La educación nunca es eficiente si padres y escuelas no trabajan de la mano. Si los padres no entienden que su forma de interactuar con el colegio no influye en la educación de sus hijos, están tremendamente equivocados. Múltiples estudios han demostrado que en la medida que los padres estén involucrados con la escuela, asistiendo a reuniones, apoyando a los maestros y directores, en esa medida serán mayor o menor los resultados del alumno.

Si hay algo positivo en esta cuarentena, es que les permite a los padres dedicar más tiempo al trabajo escolar de sus hijos, apreciar el esfuerzo y calidad de los maestros e interactuar directamente con el colegio para apoyar la transformación a la que han tenido que convertirse muchos colegios y algunas escuelas para adaptarse a este nuevo ambiente, donde los niños y jóvenes pierden el contacto diario de profesores y compañeros de aula.

Desgraciadamente, la mala distribución de ingresos también afecta la educación. Muchas escuelas no tienen las posibilidades de un colegio, cuyos padres tienen ingresos con los cuales costear una educación de calidad, infraestructura adecuada, tanto física como tecnológica.

Muchas escuelas carecen de computadores, de internet y por igual maestros y alumnos, lo que dificulta poder continuar el año escolar en estas condiciones, sin mencionar el aspecto de la vivienda que imposibilita tener un espacio adecuado donde los niños y jóvenes puedan estudiar con facilidad y ahora poder recibir clases de manera digital con la comodidad y atención debida.

Hay escuelas que también son excepciones y logran poder dar clases de forma virtual, como oí a la presidenta de la ADP, profesora Xiomara Guante, referirse a una experiencia en Haina, donde habían dotado de internet y computadores a una escuela y como lograban aprovechar los alumnos sus clases virtuales. Ojalá esa experiencia de Haina se multiplique.

Recuerdo en un viaje que hice a Taiwán, lo sorprendido que quedé de su sistema educativo. Los padres dejaban de comprar, de ir de vacaciones, de darse lujos de cualquier tipo, para invertir en la educación de sus hijos. La educación se basada en tres pilares: la disciplina, la tradición y el deporte.

Esa pasión por la educación de sus hijos muchas veces contrasta con la forma que muchos padres ven la calidad de la educación privada. En estos días pude ver una entrevista muy buena, que le hicieron el programa de “Esta noche Mariasela”, a Antón Tejeda, presidente de la Asociación de Instituciones Educativas Privadas (AINEP).

Cuestionaban al señor Tejeda sobre los reclamos de algunas asociaciones de padres sobre el cobro en estos momentos. Más preocupados por el cobro que por la calidad, y es entendible en los actuales momentos, pero desgraciadamente es una constante, que no se entiende que si se quiere calidad hay que pagarla y especialmente en momentos que el gobierno paga muy buenos salarios, que ya compiten con el sector privado.

Tal como refería el presidente de AINEP, los colegios debieron adaptarse rápidamente a esta modalidad a lo que nadie estaba listo, el mayor costo de los colegios es su nómina que ronda el 70% de sus ingresos y la única forma de reducir esa nómina es disminuyendo la calidad del profesorado y de las tecnologías que deben adquirir los colegios y las escuelas para mantenerse al día no por el Covid-19, sino porque si deseamos un país de calidad es con educación que se logra.

Ojalá que esta tragedia que estamos viviendo nos sirva para ver la importancia de la educación y mucho más, que padres se involucren con sus hijos, que sean partícipes en las asociaciones de padres para todos juntos empujar ese cambio fundamental y entendamos que hay que invertir para lograr alcanzar estándares de otros países.

Que esa pasión de la que fui testigo en Taiwán por la educación de los hijos, logremos copiarla también aquí y que el lujo que nos demos los padres es de ver nuestros hijos graduados con calidad, no sólo en matemáticas, ciencias y lenguaje sino en lo más importante que podemos dejarles como herencia: valores.

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