A menos de 72 horas del cambio de mando, es relevante resaltar dos hechos que marcan históricamente la coyuntura.

El primero de ellos es la originalidad con que el presidente electo, Luis Abinader, llega al poder: cambiando el esquema de los gobiernos anteriores que daban a conocer la designación de sus funcionarios el mismo 16 de agosto o después.

Luis Abinader ha dado movilidad al sopor y la lentitud del proceso de transición adelantando desde su cuenta de Twitter los nombres de quienes serán sus funcionarios, lo que permite al pueblo conocer y valorar oportunamente a quienes serán sus próximos dirigentes.

Por las trayectorias de los funcionarios anunciados y algunas decisiones sobre el gobierno que realizará, Abinader ha mostrado desde antes de juramentarse el domingo que el cambio propuesto al país llega cambiando.

Una primera característica ha sido la designación de funcionarios que a su paso por la gestión pública y política han observado una conducta ética ejemplar, como el caso de la paradigmática ex vicepresidenta Milagros Ortiz, a quien puso al frente de la dirección general de Ética e Integridad Gubernamental.

Siguió esa onda designando a Carlos Pimentel, de Participación Ciudadana como director de compras, contrataciones y servicios del Estado, lo mismo que a un próximo gabinete caracterizado por el reconocido prestigio profesional y pulcras trayectorias.

Una segunda característica de los anuncios de Luis Abinader es su determinación de quitarle el carácter elefantiásico y deficiente al estado nacional, consecuencia de viejas prácticas políticas que le han sumado una enorme y cautiva clientela a la nómina estatal.

Adelanta el presidente entrante la eliminación y fusión de instituciones estatales que duplican funciones, para destinar parte de los ahorros que se generen hacia áreas tan fundamentales y necesitadas de recursos, como la salud pública y otros vitales servicios a los ciudadanos.

El otro evento resaltante de la coyuntura es la anunciada decisión del presidente Danilo Medina de faltar a la solemnidad de la ceremonia institucional del traspaso de mando, en un gesto fuertemente cuestionado por la opinión pública.

Los tecnicismos legales tras los que se escuda el presidente saliente para no estar presente en la ceremonia de cambio de mando son observados como un desaire al país.

Ese desaire se suma a la decisión de Medina de embarcarse en un frenético afán de inauguración de obras públicas sin terminar, e incluso el resonante caso de una desautorizada legalmente, como la terminación de autobuses en Santo Domingo Oriental.

Ese desaire al país del presidente Medina contrasta con la conducta serena del presidente electo Luis Abinader, quien administra con prudencia y buen juicio político el mayoritario endoso electoral recibido…contra viento y marea.

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