Varias generaciones conocieron a un personaje ficticio creado por un argentino llamado Joaquín Salvador Lavado, aunque sólo se conoce mundialmente como Quino, el creador de Mafalda. Murió la semana pasada dejando inmortal a Mafalda y muchas de sus frases.
Alguien hizo llegar algunas frases, veamos: 1. “Paren el mundo me quiero bajar”; 2. “Como siempre; apenas uno pone los pies en la tierra se acaba la diversión”; 3. “¿Que importan los años? Lo que realmente importa es comprobar que al fin de cuentas la mejor edad de la vida es estar vivo”; 4. “Lo ideal sería tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho. Así pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría”; 5. “Algunos me aman por ser como soy, otros me odian por la misma razón, pero yo vine a esta vida a tratar de ser feliz… ¡no a complacer a nadie!”
Quino planteó en una ocasión que “la vida debía ser al revés”, “que se debería empezar muriendo y así ese trauma quedaría superado”, que “luego te despierta en un hogar de ancianos mejorando día a día”, “después te echan de la Residencia, porque estás bien y lo primero que haces es cobrar tu pensión”, “luego en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro”, “trabajas 40 años hasta que seas bastante joven como para disfrutar el retiro de la vida laboral”.

Sobre esa inversión de empezar cuando termina la vida humana, nacer viejo e ir rejuveneciendo hasta llegar a la niñez, hizo un relato literario, publicado a principio de siglo pasado, F. Scott Fitzgerald tituló: “El curioso caso de Benjamín Button” (The Curious Case of Benjamín Button, (publicado 27/05/1922); se llevó al cine y ganó varios Oscar.

Ambos autores solucionaron un dilema importante, tenía en agenda un desafío de vida, escribir un libro sobre el proceso histórico del país, partiendo del contexto americano y europeo. Los procesos históricos hablan de los pueblos y sus culturas, sus tejidos, raíces, cohesión y desarrollo; mientras más milenarios mayor consolidación tienen sus instituciones naturales.

Cuando estuve en el bachillerato la historia que se estudiaba era para memorizar nombres y fechas, la rechacé y me reprobé.
Aquello constituyó un reto, por lo que dediqué tiempo y la formación extracurricular para conocer la historia como un proceso dialéctico de las poblaciones organizadas. Al hacerlo así me apasionó, participando en un concurso para profesor de historia en la UASD, presentando en 1969 una exposición escrita sobre la interpretación del proceso histórico del Caribe y, luego, sostenido también verbalmente ante un jurado de tres profesores brillantes de historia, los doctores Emilio Cordero Michel, José Espaillat y Francisco (Chito) Henríquez. Gané el concurso con 27 puntos encima del más cercano competidor; estuve 24 años impartiendo historia.

El desafío ha sido cumplido, el libro de historia está escrito como novela para que el lector se apasione y capte los procesos, apelando al recurso de crear personajes de ficción con vida humana invertida, mezclados con actores históricos conocidos con sus nombres y los hechos protagonizados debidamente documentados.

Explicar la historia de esa manera se hace entretenido, con los personajes ficticios, sin tiempo o de todos los tiempos, con un backup digital llevado en su carga genética con las bibliotecas universales.

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