Este viernes es un día apropiado para comunicar mis sentimientos de cristiano seguidor de la iglesia que se dirige desde el Vaticano, porque ayer fue electo para dirigirla un sacerdote que nació en Chicago, pero tuvo la oportunidad de concretar los fundamentos de su sacerdocio con una importante conexión con el sentimiento católico social latinoamericano.
Su pensamiento y su vivencia como apóstol de Cristo se acentuaron en América Latina, un mundo cercano con el que pudo encontrarse plenamente. Fue obispo en Perú, no en Chicago, ciudad donde sólo se le ha calculado que ha pasado una tercera parte de sus 69 años.
Es un papa relativamente joven que maduró en Latinoamérica, y terminó de forjarse en Roma, en el Vaticano, junto a Francisco, el papa latinoamericano, Jorge Mario Bergoglio, el jesuita que llevó aires de renovación cristiana a Roma, y que lo convocó a servir en su papado y a quien ahora sustituye.
Prevost,nació y se formó en los Estados Unidos, pero la mayor parte de su vida, experiencia y crecimiento sacerdotal se forjó en las ideas de San Agustín, la congregación que dirigió, y en otros nidos cristianos, principalmente en Perú, y después en el Vaticano, en el ambiente renovador papa jesuita.
Nuestro nuevo Papa ha dado una interesante señal en su inició, al escoger como su nombre “Leon XIV”. El último Papa que lo usó, León XIII, dirigió el catolicismo en el período 1878 -1903, un largo e intenso liderazgo que marcó la iglesia, y del que heredamos la encíclica Rerum Novarum, de 1891, reconocida porque creó las bases del pensamiento social católico moderno, al abordar los derechos de los trabajadores, y cuestionar el egoísta pensamiento capitalista, en los años del arranque de la era industrial.
Mis ideas y formación cristiana tienen fresco lo que significó la Rerum Novarum, por la influencia de la prédica social del obispo de mi diócesis, Nuestra Señora de La Altagracia, Juan Félix Pepén, de cuyos sermones y prédica recibí las ideas sociales que plantó en la iglesia León XIII.
El discurso leído de León XIV, que no es lo más usual el primer día de los papas, por sus referencias sobre la paz, a la iglesia de los pobres, y al compromiso social cristiano, me recuerda al fenecido papa Francisco, a las ideas de Pepén y al enfoque social cristiano aprendido de los Hermanos de la Salle, en el colegio de lasallista de Higüey.
Me entusiasmé cuando leí que dijo hace pocas semanas a un diario, que aún queda “mucho por hacer” en la transformación de la Iglesia. “No podemos parar, no podemos retroceder”; y agregó: “tenemos que ver cómo el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sea hoy y mañana, porque el mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es el mismo que el mundo de hace 10 o 20 años. El mensaje siempre es el mismo: proclamar a Jesucristo, proclamar el Evangelio, pero la manera de llegar a las personas de hoy, los jóvenes, los pobres, los políticos, es diferente”. Estas palabras iniciales de León XIV, son alentadoras. Entusiasman. Tenemos mucho por hacer.