Soy un seguidor del papa Francisco. Estudio lo que habla y mientras más lo hago, más lo admiro. Me impacta con sus respuestas a preguntas complejas, donde una palabra inadecuada puede tener serias consecuencias en lo religioso, lo conductual o lo político.

Su Santidad ha enriquecido la Enseñanza Social de la Iglesia. Sin dudas, es el líder mundial más respetado. Es una mezcla de guía espiritual, sencillez, profundidad en los temas que trata, responsabilidad y promotor de la fraternidad.

Entre las grandes virtudes del papa Francisco está que cuando envía mensajes a un sector, sus reflexiones tienen carácter universal. Es como si por igual nos hablara a nosotros, como si nos susurrara al oído: “Eso también lo dije pensando en ti, no te hagas el inocente”.

Recientemente, en Lisboa, encabezó la impresionante Jornada Mundial de la Juventud. Confieso que mi corazón danzó de alegría al escuchar sus discursos y observar las imágenes del evento. Fue una luz de esperanza y de paz, en medio de tantos conflictos y fanatismos de todo tipo.

El obispo de Roma se pronunció en el Parque Tejo, relacionado con la alegría: “… la alegría es misionera, la alegría no es para uno, es para llevar algo y yo le pregunto a ustedes: ustedes que están aquí, que han venido a encontrarse, a buscar el mensaje de Cristo, a buscar un sentido lindo a la vida, ¿esto se lo van a quedar para ustedes o lo van a llevar a los otros?”.

Por igual resalto algunos de sus mensajes en el acto de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud, como motivación para leerlo completo.

“Es hermoso lo que estamos experimentado con Jesús, lo que hemos vivido juntos… Y entonces nos podemos preguntar: ¿qué nos llevamos con nosotros volviendo a la vida cotidiana? Quisiera responder a este interrogante con tres verbos, siguiendo el Evangelio que hemos escuchado: ¿qué nos llevamos? Resplandecer, escuchar y no tener miedo. ¿Qué nos llevamos? Respondo con estas tres palabras: resplandecer, escuchar y no tener miedo”.

“No nos volvemos luminosos cuando mostramos una imagen perfecta, bien prolijitos, bien terminaditos, no, no. Aunque nos sintamos fuertes y exitosos. Fuertes, exitosos pero no luminosos. Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando acogiendo a Jesús aprendemos a amar como Él. Amar como Jesús, eso nos hace luminosos, eso nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amiga, amigo: vas a ser luz el día que hagas obras de amor. Pero cuando en vez de hacer obras de amor hacia afuera, mirás a vos mismo como un egoísta, ahí la luz se apaga”.

Muchas gracias papa Francisco por ser un digno referente a seguir en la humanidad.

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