El presidente Luis Abinader acaba de presentarnos una síntesis de los esfuerzos de su gobierno para mitigar la pandemia, hacer relevantes ahorros y correctivos, arrancar con la reactivación económica y el empleo y lograr que en la región y en el mundo se mire hacia acá como ejemplo de resiliencia ante la adversidad.
Ha documentado que entre enero y septiembre de 2021 su gobierno disminuyó un 255 % los gastos con respecto al mismo periodo del año anterior, con un ahorro de más de 27 mil millones de pesos.

Redujo el gasto en publicidad y propaganda en 70 %, al bajar de más de 5 mil 490 millones de pesos durante el período anterior, a 1,612 millones en este.

En uso discrecional de enero a septiembre de 2020 se gastaron 4 mil 437 millones, mientras que en el mismo período, ya con este gobierno, él lo redujo a 161 millones de pesos. Una reducción del 2 mil 648 %.

En dietas, el gasto se ha reducido un 143 %. En el país la reducción alcanzó un 2 mil 136 % respecto a 2020, y en viáticos a personas con labor diplomática y consular la disminución llega al 87 %.

En compra de muebles y equipos de oficinas gubernamentales, la ejecución en 2021 fue de un 479 % menos con relación a 2020 y en materiales perecederos, las reducciones sobrepasan el 1,500 %.

Eliminó, fusionó o redujo instituciones que duplicaban o desperdiciaban enorme gasto gubernamental improductivo, y aunque por un gesto de delicada modestia Abinader no lo dijera, su administración ha parado en seco la corrupción administrativa que sangraba al Estado con lo que antes se estimaba en decenas de miles de millones de pesos, que hoy deben ser cientos de miles de millones de pesos.

En las últimas dos décadas la economía fue manejada en base a imprevisiones y equivocaciones, pese a las numerosas voces que llamaban a la prudencia, alertando que las cuentas nacionales no soportaban tantas sobrecargas, deficiencias, despilfarros, desidia e irresponsabilidad fiscal. Ante la delicada situación encontrada el Presidente ha expresado estar “dispuesto a trabajar hombro con hombro con cada dominicano y dominicana para conseguir los objetivos que como país nos hemos propuesto: Una nación en proceso de desarrollo, con una inversión pública productiva que genere un crecimiento económico que llegue a todos y con una mejora de la red de servicios públicos”.

Si como dicen los economistas al final de la jornada alguien tiene que pagar el almuerzo, el Presidente –que no tuvo nada que ver con el desastre encontrado– hizo su aporte al almuerzo.
Ha de esperarse ahora cómo lo hace el resto del liderazgo político, social y empresarial.

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