A veces, quizás por la distancia, no seguimos las noticias de otras naciones. En Irak, por ejemplo, en los últimos años han asesinado a miles de cristianos. Otros tantos han huido de la represión. La persecución de parte del yihadismo del Estado Islámico es brutal. Ni los templos se salvan. El papa Francisco visitará ese país dentro de pocos días, del 5 al 8 de marzo. Su figura, símbolo de fraternidad, pero de ideas firmes, ayudará a fortalecer la paz, contribuyendo a una mayor tolerancia religiosa.

Nos resulta fácil escribir sobre el obispo de Roma. Las ideas llegan fluidamente, nuestros dedos acarician el teclado con naturalidad, como si alguien de voz angelical nos dictara. Y cuando concluimos un párrafo no tenemos que revisarlo, pues lo consideramos completo. Si se hiciese una encuesta global, Su Santidad sería la persona más admirada. No habría líder político, artista o deportista que se le acercara. No importa que sean o no creyentes o que pertenezcan otra religión.

En nuestras vidas cotidianas, es agradable observar al papa Francisco descendiendo de su vehículo, conversando con el pueblo o con los que requieren una voz que les ampare. Y aparece en un vídeo abrazando a un enfermo, en otro compartiendo con los más pobres en su mismo terreno. Y la gente se emociona al verlo, como si no creyese que el mismito representante de Dios les está saludando.

Y cuando nos llegan esas historias de humanismo profundo, soltamos lágrimas y aplaudimos con el alma. Pero el papa Francisco no está en concursos de popularidad; es más, se nota que eso de la fama y la gloria no le gusta, que prefiere lo sencillo a lo rebuscado, lo simple a lo confuso, la natural a lo artificial. Nada de poses.

Sabe que es un hijo de Dios con una misión que cumplirá. A los católicos que estamos dormidos, intenta despertarnos, llegando a nuestros corazones por medio de la palabra y la acción. Habla para que se le entienda. Ha adaptado a la Iglesia a los nuevos tiempos, cambiantes, difíciles y complicados, siempre basándose en el Evangelio, promoviendo con fe las enseñanzas de Cristo, la verdad, la justicia, la comprensión y la misericordia.

El que refleja bondad y nobleza “contagia” al que está a su lado. La estadía del papa Francisco en Irak será impactante. Por la pandemia, viajará respetando las normas sanitarias. Lo esperan con esperanza y alegría, como mensajero de la paz en aquella convulsionada región y en el mundo. Bien lo señaló el párroco de Qaraqosh: la visita del Papa será una “medicina”. “Todos son hermanos” es el lema del viaje, tomado del Evangelio de Mateo.

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