En los próximos días, cientos de miles de trabajadores recibirán su salario de Navidad. Como paréntesis, el empleador tiene hasta el 20 de diciembre para pagar dicho salario (doble sueldo). La ley lo obliga y la ética también. Si el empleador no puede, que busque dinero prestado y si aún se le dificulta, que no cobre nada él mismo, que se sacrifique cenando pan con jugo en Nochebuena, pero que cumpla su obligación con sus trabajadores.

A muchos empleados no les rendirá mucho. En el mejor de los casos y si actuaran con responsabilidad, les alcanzará para la cena de Nochebuena, comprar algunos regalos a los seres queridos y tal vez hacer ciertos arreglos en el hogar. Se puede disfrutar valorando más la compañía que lo material.

Muchos tendrán que amortizar las deudas acumuladas durante el año que transcurre, tratando de llegar al 2024 con menos dificultades. En otros el doble sueldo quedará en manos de bancos o de prestamistas o, en los más irresponsables, en las bancas de juego de azar.

En fin, cada cual tiene sus propios problemas y buscará la manera de enfrentarlos, a sabiendas de que no habrá soluciones definitivas. Lo importante es que esos chelitos no sean derrochados, lanzados al viento, utilizados en caprichos pueriles o en el imperio de Baco.

En estos tiempos abundan las malsanas tentaciones y la pérdida del buen juicio. La locura protagoniza los escenarios. Hasta en los cementerios se escucha la bulla. Hay personas que gastan en tonterías el equivalente a lo que le falta a su hijo para completar el año escolar con mejores condiciones. Y hay gente rica que en una noche despilfarra diez veces más de lo que le paga en un año al jardinero de su mansión.
Evitemos los excesos en esta Navidad, que el mundo no se acaba con el año, que luego nos arrepentimos de lo que hicimos, justo cuando ya tenemos la soga al cuello. Gastar en cosas superfluas es absurdo; es más, es un irrespeto a nuestras familias, que de seguro tienen necesidades que merecen atención y recursos. Compremos lo que realmente nos haga falta. Es asunto de prioridades.

Navidad no es sinónimo de francachela, ni de conductas erráticas, ni de bohemias desenfrenadas. Navidad significa sosiego, paz y esperanza, además de una excelente ocasión para revisarnos, para pensar qué debemos corregir, proponiéndonos metas que sobre la base de nuestro esfuerzo podamos alcanzar.
Y un mensaje final: utilicemos con sentido común el salario de Navidad. Lo que ganemos no lo gastemos a lo loco y, de ser posible, ahorremos algo para que enero no nos pase factura. Conjuguemos como Dios manda el verbo “gastar” en Navidad.

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