Desconozco que se haya realizado algún estudio que determine qué tanta tensión produce en los conductores de vehículos, el transitar por las vías dominicanas. Ser protagonista dentro del caos cotidiano, en lo que significa el transporte urbano, sobre todo, implica una descarga constante de adrenalina, sobresaltos infinitos y sustos perennes, por las insólitas acciones e inesperadas reacciones. Todo, salpicado por temerarias acrobacias de kamikazes en agiles motores, “musicalizado” por dedos alegres que pretenden abrir espacios o hacer frenar a otros, con sus estridentes bocinas. Quienes están llamados a regular ese desastre vehicular, los agentes de la antigua AMET hoy DIGESETT, con mucha frecuencia acentúan los matices de anarquía que caracterizan el desplazamiento, haciendo de ello una dinámica selva en movimiento. Se quiere hacer creer que el cambio de nombre y de imagen, transforman instituciones y eso es pura y simplemente, cosmético. Como ejemplo basta el título de Director, del siempre Jefe de la Policía, para entender que ello no implica más que “coloretes”, que no cambian la esencia ni las acciones de norte extraviado, de las instituciones llamadas a jugar papeles trascendentales en la sociedad dominicana. El pasado viernes fui testigo de una acción abusiva de un Amet en la Gustavo Mejía Ricart esquina Luperón: un desaprensivo conductor de forma temeraria invadió a gran velocidad el carril contrario, obligando a una joven conductora a frenar bruscamente y evitar, hábilmente, una colisión frontal. Completó su acción no cruzando la intersección con el semáforo en amarillo y quedó invadiendo parcialmente la “cebra” pintada en la calle. Un agente de la PN en entrenamiento, que presenció la acción, se acercó a la hermosa joven pidiéndole los documentos por su “infracción” y le dijo que vio la acción temeraria del otro conductor, pero que ella tuvo tiempo de “dal riversa” y colocarse fuera de las rayas, acción seguida por un agente uniformado que prácticamente se la comió de forma poco cortés, multándola. Acciones como esta solo tienden a reforzar el desprestigio que caracteriza a los Amet, que, ante brutales atropellos y abusos de poder, provocan reacciones animales en “violentos anónimos”, seres de particular abundancia en la fauna criolla, armados, que blanden tubos o bates de beisbol. Frente a vehículos pesados manejados torpemente; “voladoras” y “conchos” que, por conseguir un pasajero, aplastan hasta a su madre; al manejo acrobático y como la “jonderdiablo” de motoristas que no entienden que son parte del chasis de su propio motor, los nervios andan como cuerdas de violín: “etericaos” con el ánimo de pelear a flor de piel. El futuro no luce mejor, a pesar de una nueva ley de tránsito, con la inclusión de infinidad de conductores haitianos que aportan su incultura a los desconciertos en el desplazamiento por las vías criollas de tránsito.

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