Una boa, gigante y peligrosa, sobrevive en la medida en que se le alimente. Así, continuará a su paso, sinuosa, inquietante y traicionera para lanzarse y atacar de un zarpazo a su víctima, en el momento menos esperado.

No es venenosa por naturaleza, pero su longitud -que puede alcanzar hasta 10 metros- la hace temida y temible, los anillos de gran grosor que la caracterizan reafirman su fortaleza, no por deslizarse sigilosamente es inofensiva; al contrario, ir entre las sombras, oculta y rastrera, hace que pueda alcanzar sus objetivos y llegar a los lugares más desolados y recónditos sin mucha estridencia, aunque sí con la seguridad de que a través de su sagacidad puede obtener todo lo que busca. Los demás no quieren detenerla y prefieren presenciar sus fechorías, unos, por temor, otros, por cobardía para que, a distancia, nada les perturbe, lo que consigue que vaya aumentando de tamaño.

Sus colores brillantes son engañosos, sus escamas tornasol provocan que sus movimientos sean llamativos y no puedan ignorarse en la selva, ha llegado para arrasar con todo a su paso. Es la reina, ni cobras ni cocodrilos pueden acercársele, aunque la primera es más rápida y el otro tenga una hilera de dientes filosos, no le llegan a su arte de atraer al más despistado e imponer su mensaje de que, si se atrevieran a ocupar su espacio, no podrían salir ilesos, solo ella puede imponerse entre súbditos que ocultan su miedo con admiración.

La peligrosidad de esta serpiente imponente es que su fama la precede, abraza fuertemente a su presa hasta estrangularla y dejarla inerte, la retiene entre sus curvas hasta oír el crujir de sus huesos y espera pacientemente que exhale el último aliento. Su razón de existir es que los demás dejen de hacerlo, absorbe la energía de los que le rodean y les drena el ánimo porque sólo ella debe ser la que se destaque, los que la conocen saben que la lisonja es el combustible que le permite avanzar.

Si no hubiera quien le temiera, no podría ser el azote de la naturaleza que se impone a reptiles más peligrosos y mortíferos que ella. Nadie quiere acercársele porque le tienen pavor, es más fácil mantenerse al margen y permitir que ejerza su señorío y pueda ocupar todo el escenario. Lo que al parecer nadie sabe es que, si no fuera porque siembra el terror o por la ignorancia de su entorno que la cree infalible, sería una simple lombriz a la que cualquiera pueda aplastar con la suela de un zapato.

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