En los actuales momentos vivimos una situación complicada y difícil con nuestra hermana nación de Haití. Y decimos nación hermana, pues entre dos países que comparten territorio no pueden ni deben existir odios ni rencores innecesarios.

La República Dominicana y Haití comparten un territorio insular, pero somos dos países muy diferentes. Tenemos culturas diferentes, idiomas diferentes, tradiciones diferentes y desarrollo muy, pero muy, diferente. Históricamente hemos tenido situaciones bastante complicadas que nunca deberían repetirse. Los haitianos nos invadieron por 22 años y nuestra independencia se produjo el 27 de febrero de 1844. Sin embargo, en octubre del 1937, por las tensiones en la frontera domínico-haitiana, el dictador Trujillo cometió una masacre sin precedentes en contra de la población haitiana. De acuerdo a cifras conservadoras, Trujillo asesinó a mansalva entre cinco y diez mil ciudadanos haitianos que vivían en los bordes de la frontera de los dos países, con el alegato de que “estaban invadiendo nuestro país”. Esos dos hechos son condenables y nunca deben repetirse ni pueden servir de argumento para mantener conflictos entre nuestras dos naciones.

En la actualidad el impasse es por la construcción de un canal de riego en la parte noroeste del río masacre, que el gobierno dominicano ha dicho que no aceptará que se realice. El gobierno dominicano tiene razón, pero hay que estar claros que no estamos ante una situación de guerra contra Haití. La soberanía de la República Dominicana no está en juego, pues no se trata de la invasión de un ejército extranjero en contra de nuestra nación. El gobierno haitiano no está impulsando una invasión en contra de nuestro país, sino que ha estado negociando con el gobierno dominicano para buscar la solución a esta situación, que sin lugar a dudas es la salida diplomática. Es decir, entre los gobiernos de nuestros dos países existe un canal de comunicación y una amplia disposición de buscar la mejor salida a este conflicto fronterizo, del cual ninguno de los dos es responsable. Claro, el gobierno haitiano tiene una gran cuota de responsabilidad en cuanto a impedir que sectores privados de ese país puedan provocar un conflicto internacional, por el simple hecho de ellos hacer negocio con el agua del río masacre.

Ahora bien, independientemente de eso, debemos tener mucha cautela y mucho cuidado para que esta situación no vaya a provocar un conflicto mayor entre nuestras dos naciones. Debemos estar bien claros de que de lo que se trata es de una empresa privada que quiere aprovechar las aguas del rió masacre para irrigar varias fincas de particulares en la zona noroeste. No estamos en guerra contra Haití, estamos buscando una salida negociada a esta situación sin que el pueblo dominicano salga afectado. En eso debemos estar todos de acuerdo. Por lo tanto, el gobierno del presidente Abinader no debe hacer acciones extremistas que puedan llevar a que se multiplique el sentimiento anti-haitiano de algunos sectores del país, que estarían muy contentos si el ejército dominicano arremete a tiros en contra de los personajes haitianos que están construyendo el canal de riego sin coordinarlo con el gobierno dominicano.

Por la esencia de la crisis, el cierre total de la frontera parece una medida extrema e innecesaria. De igual manera, una acción militar de República Dominicana en contra de Haití sería un grave error. Las tropas que han sido movilizadas a la frontera deben ser manejadas con mucho tacto, con mucha precaución, con mucho cuidado para no provocar hechos de consecuencias imprevisibles. El presidente Abinader debe prestigiar, mantener y no abandonar en ningún momento el plano de la diplomacia y la negociación directa con Haití. La mejor salida es un acuerdo de los dos gobiernos para llamar a capítulo a la empresa haitiana que, por intereses pecuniarios, quiere provocar un conflicto internacional.

El presidente Abinader va esta semana a Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU que se celebra en esa ciudad, con la presencia de muchos mandatarios del mundo. En ese escenario, así como en la OEA y frente a los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y Francia, el presidente dominicano debe llevar la situación de conflicto que hoy vivimos con sectores empresariales de Haití, para que esas instituciones y gobiernos sean mediadores ante los gobiernos dominicano y haitiano, y se pueda encontrar una salida negociada y pacífica. La mejor arma a usar en este caso debe ser el arma de la diplomacia y la negociación. Por el bien del presente y del futuro de nuestras dos naciones y nuestros dos pueblos.

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