Hay refranes que arrastran gran sabiduría y enseñanza, pero existen algunos a los que habría que completarles el mensaje para que no queden inconclusos, adquieran mayor sentido y no se den como verdades absolutas.
Soñar no cuesta nada. Claro, porque lo que cuesta es todo el esfuerzo que hay que realizar para que ese sueño se haga realidad. Al que madruga Dios lo ayuda. Así será, siempre y cuando al levantarse se trabaje y se luche, para que la asistencia divina sea efectiva y bendiga ese tesón.
No hay mal que por bien no venga. Pero ese bien hay que saberlo identificar, buscar y también multiplicar para no quedarse en la experiencia desagradable. Al mal tiempo, buena cara. Sí, aunque también disposición de cambiarlo y no convertirlo en un estilo de vida pesimista, conformista y mediocre. Bendito mal, si viene solo. Si bien es cierto que las malas experiencias se acompañan de otras iguales, tampoco se trata de hacerlas permanentes para andar en plan de víctimas por la vida.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Aunque la experiencia es un bien invaluable, no se tienen los mejores resultados haciendo lo mismo por tiempo indefinido, antigüedad no necesariamente es sabiduría. Genio y figura hasta la sepultura. Sin embargo, ese mal temperamento no tiene por qué aguantarlo el otro, bajo el pretexto de que se tiene ese carácter indoblegable o intransigente desde el nacimiento y se seguirá por ese derrotero hasta el final. El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Es cierto, aunque tampoco para recostarse permanentemente en otro y crear una dependencia en que se confunda al mentor con el patrocinador.
Cría fama y échate a dormir. Sin embargo, esa impresión fomentada a fuerza de costumbre tiene fecha de caducidad, puede evaporarse de la misma manera y con igual rapidez de como habrá surgido. La sangre pesa más que el agua. Sin embargo, el vínculo familiar no puede provocar que se ignoren los defectos y se perdone lo incorrecto, bajo la excusa del parentesco. Árbol que nace torcido nunca sus ramas endereza. Eso no es así, la educación y el buen comportamiento pueden provocar grandes cambios porque con el destino no se nace, se hace.
Y como decía con gran acierto Baltasar Gracián que lo bueno, si breve, dos veces bueno, hasta aquí llega la reflexión.