Tras un periodo de desgaste propio de un conflicto bélico que acaba de cumplir su primer año, las novedades relacionadas con la guerra entre Rusia y Ucrania proyectan un renovado interés desde el punto de vista estratégico para las naciones que respaldan a uno y otro litoral dentro del teatro de operaciones. Tal situación vendría a cambiar el curso de los acontecimientos, si tomamos en cuenta varios aspectos que están coincidiendo, que apuntan al afianzamiento de las operaciones de combate con vistas a la próxima primavera.

La deducción anterior parte del accionar evidenciado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que está ofreciendo entrenamiento en armamento pesado a soldados ucranianos en países aliados, siendo los casos de Polonia y Alemania.

El entrenamiento a vapor, sobre todo de civiles, ha sido parte de la debilidad de Rusia, que bien podría emular Ucrania, si ante la escasez de efectivos militares decide enviar a los primeros a la línea de ataque.
Ante la embestida de la OTAN, Rusia aparenta estar “arrinconada”, pero no se debe perder de vista que tiene el respaldo de naciones que cuentan un vasto ejército y una amplia capacidad armamentista.

Estados Unidos es consciente de esa realidad y por eso el secretario de Estado, Antony Blinken, aprovechó la Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada desde el 17 al 19 de febrero, para advertirle a China de las consecuencias a las que se expone si continúa desplegando los globos espías y afianza su apoyo a Rusia, que como es lógico, está compelida a buscar un mayor respaldo de sus aliados, ante la embestida que prepara la OTAN.

Sobre esta base debemos observar la presencia en Turquía del funcionario Blinken, un viaje que estaba programado antes del fatídico sismo, porque en esencia se trata de supervisar y afianzar lo que acontece con la OTAN en esa zona estratégica, aunque ahora su visita al país transcontinental adquiera la apariencia de humanitaria, con el anuncio de un donativo de US$100 millones para los afectados por el fenómeno natural, entre otras iniciativas.

A la par, trascienden las protestas en Estados Unidos y Francia, en rechazo al conflicto y pidiendo el cese del mismo. Estas voces tienen un impacto mediático limitado, porque sobresalen otras informaciones coyunturales sobre lo que acontece en el marco de la guerra.

No debemos obviar que, el conflicto bélico ruso-ucraniano está dinamizando la industria armamentista y alimentando toda una economía de guerra. Para respaldar este planteamiento tomamos como referencia un trabajo publicado en la página virtual de CNN, con el título “Ucrania está quemando municiones más rápido de lo que EE.UU. y la OTAN pueden producir. Este es el plan del Pentágono para cerrar la brecha”, con fecha del 17 de febrero de 2023, en el que se establece que los Estados Unidos y sus aliados ya han enviado casi US$50.000 millones en ayuda y equipos a las fuerzas armadas de Ucrania durante el último año. Para poder continuar con este flujo, el Pentágono se embarca en el mayor aumento en la poducción de municiones en décadas, poniendo a partes de la industria de defensa de EE.UU. en pie de guerra a pesar de que Estados Unidos técnicamente no está en guerra.

La adopción de nuevas estrategias por parte de la OTAN y los países que respaldan a Rusia vendrían a cambiar o por lo menos a darle otro giro al curso de los acontecimientos, que en los últimos meses han estado influenciados por el agotamiento físico de las tropas que están en la línea de combate y defensa; las bajas atribuidas a los países en conflicto; y el clima hostil que han tenido que enfrentar, poniendo a prueba el desarrollo de las operaciones. Es de esperarse, por tanto, una mayor ofensiva con el inicio de la primavera.

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