Todos los sectores productivos de toda sociedad, generan impactos positivos y negativos que son analizados, de manera permanente, por expertos en desarrollo y en medio ambiente, que tienen como tarea esencial trazar correctas políticas públicas que garanticen el desarrollo económico y social de la gente, siempre protegiendo el ambiente.

Nadie discute la importancia capital de un sector agrícola cuya tarea fundamental es cultivar la tierra para producir alimentos que diariamente llegan a nuestros mercados para su comercialización, pero tampoco nadie discute que la agricultura ha tenido que combatir plagas, pestes, hongos y malezas que son amenazas permanentes, razón por la cual la agricultura se ha visto obligada a utilizar plaguicidas, pesticidas, fungicidas y herbicidas de alta toxicidad residual que amenazan la salud personal de sus obreros y de sus consumidores, y la salud ambiental de suelos, aguas superficiales y subterráneas, y aire circundante, pero a nadie se le ocurre plantear prohibir la agricultura, pues lo correcto es reducir el uso de agentes químicos de alta toxicidad y de altos niveles de contaminación ambiental.

Nadie discute el papel fundamental de un sector pecuario encargado de producir las carnes que a diario todos consumimos como fuentes de proteínas básicas, pero tampoco nadie discute que el sector pecuario es uno de los mayores contaminadores de las aguas superficiales y subterráneas vecinas porque aporta grandes cargas de desechos fecales cargados de bacterias coliformes que al agua le degradan la calidad, y ponen en peligro la salud de la vecindad, pero a nadie se le ocurre pensar en la posibilidad de prohibir las actividades del sector pecuario, pues lo correcto es plantear el uso de biodigestores que aprovechen los desechos orgánicos de los animales para producir energía y fertilizantes, sin degradar el medio ambiente, y sin poner en peligro la salud de la gente.

Nadie cuestiona la imperiosa necesidad del sector construcción, el cual aporta las gravas, arenas, cementos, hormigones y aceros que sustentan nuestras viviendas, escuelas, hospitales, centros de trabajo, puentes, etc, aunque para obtener esos materiales es necesario abrir canteras que producen impactos ambientales negativos, pero si cerramos todas las canteras tendríamos que acudir a la madera como material de construcción, y tendríamos que volver a permitir aquellos aserraderos que entre 1930 y 1965 destruyeron el 65% de nuestros bosques, y como nadie querría eso, lo correcto es garantizar que las canteras sean ambientalmente sostenibles; aunque luego que el sector construcción levanta edificios, los ocupantes descargamos los inodoros hacia las aguas subterráneas, y así hemos producido una terrible contaminación de unas aguas subterráneas que luego extraemos para cepillarnos, bañarnos cocinar, fregar y enfermarnos, pero la solución no es prohibir la construcción, sino construir alcantarillados sanitarios.

Nadie discute la importancia capital de un sector tan fundamental como el sector eléctrico, pero para producir la mayor parte de la energía eléctrica que recibimos y consumimos es necesario quemar combustibles fósiles integrados por átomos de carbono e hidrógeno que emiten altos niveles de dióxido de carbono y dióxido de azufre que degradan la calidad del aire y afectan nuestra salud bronquial y pulmonar, al igual que el sector transporte, que, al utilizar combustibles fósiles, también emite los mismos gases contaminantes del aire, pero la solución no es apagar las plantas eléctricas, ni caminar a pies hasta la escuela y el trabajo, sino caminar hacia energías limpias. Todos sabemos que la minería aporta metales para la agricultura, y que sin minería no habría tractores, tuberías de agua y cosechadoras para producir alimentos que garanticen el sustento de una población creciente, y sabemos que la minería aporta metales y combustibles para plantas eléctricas y vehículos de transporte, y que sin metales y sin combustibles no tendríamos plantas eléctricas ni vehículos de transporte, y seríamos una sociedad primitiva que volvería a usar leña y carbón vegetal para cocinar alimentos, en cuyo caso eliminaríamos los indispensables bosques que contribuyen a la evapotranspiración y a las lluvias que recargan ríos; y aunque la minería del pasado provocó contaminación de aguas superficiales y subterráneas vecinas, y contaminación del aire circundante, la solución no es la estigmatización de la minería, sino la regulación y supervisión de su operación.

Y qué decir del turismo, que es uno de los principales generadores de divisas, y es el sector que más nos promueve a nivel mundial, pero nuestro turismo ha crecido con deficiencias en los servicios de alcantarillados sanitarios que provocan que las aguas residuales cloacales sean enviadas al subsuelo poroso permeable, generando contaminación fecal en nuestro medio costero marino, pero la solución no es prohibir construir nuevos hoteles, sino construir plantas de tratamiento de aguas residuales.

En fin, todos los sectores productivos generan contaminación ambiental, por lo que todos ameritan nuevas políticas que garanticen menores impactos ambientales, pero hagámoslo sin fundamentalismos contra esos sectores.

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