Este año el premio Nobel de Literatura lo ganó la poeta estadounidense Louise Glück. Habrá que leerla, no hacerlo sería pecar de inculto o de no estar a la moda, aunque esto último me tiene sin cuidado. No creo que era famosa, incluso algunas de sus obras traducidas al español apenas se vendieron. Eso sí, su galardón fue bien recibido por la mayoría de los expertos en el maravilloso arte de escribir.

La poesía no está en su mejor momento. La masa considera que este género murió, si es que comprende que existe. Asumo la reflexión de Rabindranath Tagore: “La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos”. Ojalá no concluir que dichas composiciones pasaron a mejor vida y que a nuestro órgano principal no le interesa esa expresión de la palabra.

En ese tenor, hace días decidí averiguar cuáles eran los poetas favoritos de las nuevas generaciones, destacando que tenía pocas esperanzas de recibir las respuestas esperadas o adecuadas, partiendo de la escasa o nula importancia que hoy se le da al tema; pero lo intenté.

Repasemos la historia. Los poetas representaban un extraordinario parámetro para establecer si leíamos o no, si cultivábamos el intelecto o éramos ignorantes. Por ejemplo, en mi época casi todos sabíamos “Hay un país en el mundo”, de don Pedro Mir, nuestro Poeta Nacional; nos deleitábamos recitando a Salomé Ureña de Henríquez y a don Manuel del Cabral; luego nos íbamos al Sur, para encontrarnos con Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Jorge Luis Borges.

Y añorábamos a la Madre Patria con Antonio Machado, Miguel Hernández y Federico García Lorca; o nos abrazábamos con nuestros hermanos cercanos y declamábamos a Rubén Darío, José Martí y Julia de Burgos.

Muchos pertenecimos a grupos de poesía coreada y escribimos estrofas a nuestra progenitora, al maestro, a la naturaleza o a aquella doncella que nunca nos correspondió, pues nuestra timidez era impresionante. ¿Quiénes serían los protagonistas de ahora? ¿Existen algunos que inspiren seguimiento, respeto y admiración? ¿Acaso gravitarán los mismos de nosotros? ¿Cuáles recientes personajes invadirán las musas de nuestros adolescentes? Hasta concluí que eso podría determinar las razones de ciertas conductas, pues lo que se lee influye en el pensamiento y en la acción de una época.

El momento oportuno llegó. Era un ameno encuentro de jóvenes. Me acerqué a los de más confianza y con cierto aire doctoral inicié el diálogo: -Chicos, ¿les puedo preguntar algo? -Claro, me respondieron -¿Cuáles son sus poetas preferidos? Me miraron como si fuese un extraño y casi al unísono me contestaron: “esa materia no nos la han dado en las clases virtuales”.

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