Como vimos en la Pincelada anterior, la democracia ateniense clásica lo fue en términos que hoy no aceptaríamos, pues las mujeres, los extranjeros y los esclavos, que eran la mayoría de la población, “no tenían ni voz ni voto, y sólo los ciudadanos varones nacidos libres alcanzaban oficialmente la adultez a la edad de treinta años” (El Poder de las ideas, p. 127). Pero, como anotamos, no se pueden negar avances en materia de derechos, de arte, de literatura y de filosofía que ayudó a promover y que aún hoy son los cánones fundamentales de la cultura occidental.
Sin embargo, como vimos con Platón, desde el inicio tuvo críticos que la veían como el gobierno de una mayoría sin criterios ni condiciones que se imponían a una minoría ilustrada y correcta.
Y, si pensamos en definirla, veremos que no es un tema tan fácil.
Por ejemplo, Giovanni Sartori, pensador italiano, en su ensayo “La democracia en 30 lecciones”, nos dice: Es importante definirla —saber lo que quiere decir— para establecer qué pretendemos o nos esperamos de la democracia. Pero cuidado, porque es un discurso plagado de celadas. La primera de ellas es terminológica: discutir sobre la palabra ignorando la cosa. Empecemos pues por la palabra, y de la cosa hablaremos después. La palabra griega demokratia se compone de demos, que quiere decir “pueblo”, y de kratos, que quiere decir “poder”. Por tanto, traducida al castellano, significa “poder del pueblo”. Si es así, las democracias “tienen que ser” lo que dice la palabra: sistemas y regímenes políticos donde el pueblo es el que manda. ¿Todo resuelto? No. Ante todo, ¿quién es el pueblo? Y después, ¿cómo se atribuye el poder al pueblo? ¿Cómo hay que hacer?”.

Este párrafo de Sartori contiene múltiples aspectos: democracia, bien, pero qué democracia o qué tipo de democracia? Una democracia directa? Una representativa? Y de qué forma “mandan” las mayorías?

Cómo vemos no es tarea fácil. El mismo Sartori en su texto “Qué es la democracia”, afirma, continuando con lo complejo del término, que: “La palabra democracia desde siempre ha indicado una entidad política, una forma de Estado y de gobierno; y ésa sigue siendo la acepción primaria del término. Pero dado que hoy en día hablamos también de democracia social y de democracia económica, estaría bien establecer en cada momento qué queremos decir” (p. 10).

Amén de la definición y el tipo o forma de democracia, otro aspecto a tomar en cuenta en la discusión es el relativo a la hegemonía de la clase gobernante. Esta clase puede ser obrera o burguesa, pero para imponerse no le será suficiente la economía y los medios políticos para acceder al poder directos o por representación, también deberá hacerlo “en la dimensión cultural e ideológica (…) no bastan las leyes y decretos; la fuerza del ejército y la policía; los tribunales y las cárceles; también les será necesario imponer su visión del mundo a través de la escuela, los medios de comunicación y las distintas manifestaciones artísticas. Necesitan imponer sus valores” (Salazar, Cuestiones Política y Democracia, p. 25).

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