La crisis que afecta a las distribuidoras eléctricas en República Dominicana es solo el recuerdo de una realidad preocupante: los errores de gestión, la falta de planificación y, sobre todo, la ausencia de una visión a largo plazo, que siguen condenando al sistema eléctrico a un ciclo de precariedad.

Pero, ¿hasta cuándo vamos a permitir que este eslabón esencial de nuestra infraestructura nacional siga siendo un problema sin solución?

Las declaraciones –semanas atrás- de Celso Marranzini, al frente del Consejo Unificado de las Empresas Distribuidoras de Electricidad (CUED), apuntan a un escenario que ya conocíamos pero que pocos han querido afrontar con la seriedad que requiere. Marranzini está acostumbrado a tomárselo en serio. Y no lo disimula.

Edesur, que estuvo bajo la gestión de Milton Morrison, ha sido el centro de controversias por la adquisición fallida de transformadores. Marranzini refirió que debido a la ineficiencia en la planificación de compras de las empresas distribuidoras de electricidad, tomando la referencia a Edesur, “la empresa se encuentra en una situación crítica, especialmente ante la ola de calor que ha aumentado el consumo y ha causado daños en numerosos transformadores”.

Como resultado, Edesur no contaba –cuando Milton dejó la posición, según lo informado por Celso, con transformadores de distribución disponibles y ha tenido que recurrir a algunos prestados por Edeeste. Así como usted lo lee.

En 2022, siempre partiendo de lo informado a la prensa, no es invento nuestro, Edesur adquirió 900 transformadores en China, y pagó un 20% de anticipo. Sin embargo, la administración anterior no cumplió con el proceso de enviar un inspector a China para verificar la calidad de los equipos, lo que retrasó su embarque a la República Dominicana. Fue apenas el 1 de agosto de este año, con la nueva gerencia de Edesur, cuando se envió un técnico para realizar la inspección. ¡Insólito!

Celso ha sido claro, y no es extraño que lo sea: “Las empresas distribuidoras de electricidad, en especial Edesur Dominicana, deben reemplazar los transformadores dañados, incluso si son reconstruidos, para garantizar el suministro eléctrico”. Estos transformadores “rebildeados”, como se les conoce, son sometidos a un proceso de recambio de partes que los convierte en equipos funcionales.

Tropiezos como estos que estamos refiriendo nos conducen a una interrogante inevitable: ¿hasta qué punto la ineficiencia se ha normalizado en nuestras instituciones? Más de 800 mil clientes no pagan por el servicio, mientras las distribuidoras lidian con problemas financieros y operativos; en el caso de Edesur son una herencia pasada, se ha dicho.

Pero la crisis no es solo de equipos o de gestión pasada. Es también una cuestión de prioridades nacionales. ¿Por qué seguimos permitiendo que las empresas distribuidoras operen bajo este nivel de precariedad?

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