La paradoja de Brasil: ¿De la polarización a la moderación?
La paradoja de Brasil: ¿De la polarización a la moderación?

Con una ajustada victoria en segunda vuelta y en medio de una elección híper-polarizada, Luiz Inacio Lula da Silva ha vuelto a convertirse en Presidente del Brasil. Protagonista de un regreso al poder que lo emparenta históricamente con Getulio Vargas -quien en 1951 recuperó la Presidencia después de sus gobiernos entre 1930 y 1945- sin embargo su triunfo podría abrir paso a la paradójica situación de tener que gobernar en forma moderada.

Porque la victoria de Lula y su tercera presidencia tendrá lugar en circunstancias institucionales que merecen ser destacadas. El nuevo presidente se encontrará con una oposición muy importante en las dos cámaras del Congreso -con una gran conformación conservadora- y un significativo número de gobernadores estatales que no pertenecen a su partido, que incluyen los territorios clave de San Pablo, Minas Gerais y Río de Janeiro.

De acuerdo con analistas, la voluntad popular determinó un escenario de extrema fragilidad que obligará a Lula a un esfuerzo de negociación continua con las fuerzas del «poder permanente» del país. Es decir, con el entramado de relaciones del establishment brasileño integrado por el empresariado, las Fuerzas Armadas, el llamado «Centrao» y el avance de los evangelistas.

Consciente de esta realidad, fue el propio Lula quien advirtió la necesidad de hacer un «giro al centro». Cuando despojándose de ataduras ideológicas, seleccionó como compañero de fórmula a Geraldo Alckmin, un político liberal y pro-mercado con quien él mismo compitiera en el año 2006. Naturalmente, la búsqueda del endoso a su candidatura de parte del prestigioso ex mandatario Fernando Henrique Cardoso (FHC) debe ser interpretada en el mismo sentido.

La propia experiencia de Lula en el poder podría alimentar esas esperanzas. A partir de 2003, el trabalhistamantuvo en lo esencial las líneas generales de la política económica de su exitoso antecesor FHC. Una diferencia esencial respecto al proceso histórico argentino, en el que las reformas modernizadoras llevadas adelante en los años noventa por Carlos Menem y Domingo Cavallo fueron revertidas en las décadas siguientes hasta llevarnos al presente aciago en que vivimos.

Durante su primer gobierno, Lula combinó un discurso crítico del neoliberalismo con la política de continuidad económica del Plan Real, logrando resultados formidables al tiempo que se beneficiaba del boomde commodities. Un súper-ciclo de auge internacional de las materias primas, explicado en buena medida por la elevación de la economía china en aquella primera década de este siglo, que dotó a Brasil de un crecimiento económico y una sensación de expansión del bienestar que quedaría en el recuerdo popular de los años de Lula. Quien al mismo tiempo llevaba adelante un programa de mejoras sociales objetivas sin descuidar una administración eficiente de los recursos. Un curso de acción prudente que luego sería abandonado por su sucesora Dilma Rousseff, con las consecuencias trágicas en las que ésta concluiría su presidencia.

Observadores se preguntan en qué medida este nuevo Lula gobernará procurando mantener los resultados positivos en materia económica de la gestión Bolsonaro o si buscará revertir su programa de control de la inflación, privatizaciones, reformas estructurales, modificación en el sistema de pensiones y otras modernizaciones cayendo en la tentación populista de algunos de sus socios regionales.

Un punto que despierta los temores razonables a partir de la propia trayectoria de Lula. La que contiene claroscuros imposibles de soslayar. En el que conviven elementos auspiciosos de un hombre capaz de ejercer un liderazgo sobresaliente en el plano global al tiempo que resulta inevitable recordar su rol como fundador del Foro de Sao Paulo y aval de las dictaduras del Socialismo del Siglo XXI de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Pero la política suele estar plagada de contradicciones. En un mundo en que a menudo la Historia avanza más a través de las paradojas que de los prejuicios y en el que esta estación podría ofrecer un escenario de polarización extremo -por momentos violento- que sin embargo podría desembocar en una presidencia moderada.

En la que los contrapesos institucionales podrían una vez más evitar los excesos del poder. En ese sentido, el ex embajador argentino en Brasil Jorge Hugo Herrera Vegas (1997-2000) explicó que en el vecino país funcionan las instituciones como el poder legislativo, el judicial y las Fuerzas Armadas. Y recordó que la solidez de las instituciones brasileñas es tal que en las últimas tres décadas el Congreso fue capaz de destituir a un presidente neoliberal y a otra presidenta socialista sin que tambaleara el sistema político. En tanto, otro ex embajador en Brasil, Diego Guelar, sostuvo que las condiciones en las que ha quedado formulado el poder permiten vislumbrar un panorama auspicioso para reencausar el vínculo argentino-brasileño. Una relación dañada por la ausencia de diálogo entre Jefes de Estado desde el fin de la Presidencia de Mauricio Macri.

Acaso son éstas las primeras conjeturas que surgen de la elección presidencial del Brasil. Mientras los mercados aguardan en la conformación del gabinete -en especial del ministro de Hacienda que sustituirá al exitoso Paulo Guedes- las claves para entender en qué medida el nuevo gobierno tomará uno u otro camino. El que marcará el sendero a recorrer por la nación más grande de nuestra región, cuya economía explica el cincuenta por ciento del PBI sudamericano y cuyo devenir tiene un impacto decisivo para todos nosotros.

Por Mariano A. Caucino

Especialista en relaciones internacionales. Ex embajador en Israel y Costa Rica.

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