La acción del presidente del Partido Cívico Renovador, Jorge Radhamés Zorrilla Ozuna, de hacer que el presidente de la República le jure en un acto público, que lo integrará al tren gubernamental, ahora y después, ha generado una avalancha de críticas, merecidas.

Pero el fenómeno no deja de llamar la atención, porque un análisis simple del comportamiento político de personas de distintos sectores de la vida nacional, se observa el mismo accionar de Zorrilla. Los “influencers” de redes y medios de comunicación, que en los tiempos de gloria del PLD la sangre que corría por sus venas era morada, ahora están todos alineados con el gobierno y son sangre azul.

Los representantes de instituciones de la sociedad civil, empresariales, sociales y religiosas, siempre encuentran la forma de acomodar el discurso al gobierno de turno, para decir que el presidente es el mejor del mundo de la historia. Al presidente Abinader le ha tocado el apodo de ser el “presidente que más trabaja” y lo repiten todos a coro. Hay instituciones vinculadas al tema de la institucionalidad del país, cuyo derrotero da pena y vergüenza.

La degradación en la política va de mal en peor. Los políticos militantes, los que se agrupan en los partidos formalmente constituidos, les sirven a los “independientes” a los “no políticos” para esparcir su estiércol sobre ellos y de paso, ellos son los buenos y los políticos de oficio, los malos. ¿Hay alguna diferencia entre los representantes de los políticos que antes estuvieron con los gobiernos del PLD y ahora hicieron el tránsito hacia el nuevo inquilino de la casa presidencial y los independientes de medios, redes, entidades empresariales, sociales y sociedad civil que acomodan el discurso al gobernante de turno?

La diferencia es que el caso de esos “apolíticos” es mucho más grave y cuestionable, pues su engaño viene en camuflaje de buenas intenciones, de defensa del interés nacional y de lo correcto. Es una plaga diseminada en los distintos estamentos de la sociedad, se desplaza bien vestida, experta en vinos caros y buenos restaurantes y de viajes a los mejores lugares turísticos del mundo. Eso sí, todo pagado con los recursos públicos.

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