La revolución de Pedro Botello El diputado Pedro Botello sigue convencido de que está destinado a convertirse en el redentor de los trabajadores dominicanos, mediante una conquista que le elevará a la condición de prócer de sus derechos a recibir un adelanto de las pensiones acumuladas.
Por ese pensar—más bien una convicción—el legislador reformista no sólo arriesga su salud sino que expone la de cientos más que le siguen en las movilizaciones que encabeza por distintos puntos de nuestra geografía.

Talvez eso no sea relevante para Botello, pues él mismo informó que se había contagiado, no una ni dos sino tres veces de COVID-19 y había podido superar la enfermedad sin mayores contratiempos, lo que le convierte en un elemento importante para la ciencia médica que ha perdido un tiempo precioso sin investigar la fortaleza inmune de ese indómito organismo.

Lo que no sabemos es si las decenas o cientos de personas que el legislador moviliza por distintos puntos del país puedan correr la misma suerte de contagiarse y curarse sin consecuencias.

Y es ahí donde el asunto debe preocupar a las autoridades que están en la obligación de proteger la salud de esas personas expuestas por el congresista a un riesgo inminente, y sin mayor pérdida de tiempo deben tomar las medidas necesarias para que esas manifestaciones sin sentido sean detenidas, respetando los derechos a la movilización, libre tránsito, reunión y otras prerrogativas que les garantiza la Constitución de la República.

El escenario de reclamo de la devolución de un porcentaje de los fondos de pensiones está en el Congreso donde Botello tiene un asiento, no en las calles comprometiendo a otros en esas concentraciones que ha montado en varias ciudades en las últimas semanas.

En un momento el locuaz representante de La Romana cayó en una trampa de sus colegas del PLD que necesitaban la urgente aprobación de una nueva prórroga del estado de emergencia que querían el Ejecutivo, y a cambio le aprobaron el proyecto de las pensiones en primera lectura. Es decir, nada.

O sea, que Botello cayó en la ilusión óptica de la papeleta en el espejo: no supo cuál era la real y trató de hacerse con la proyectada en el cristal. O algo así como el bizco, las ventanas y los toros en el conocido cuento del profesor Juan Bosch.

El proyecto de las devoluciones está en el Senado, donde cambiaron los actores pero no la coyuntura. Esto significa que la cruzada de Botello, llena de buenas intenciones, carece de viabilidad.

Ante esta realidad, es pertinente aconsejar al legislador que desista de exponer la salud de quienes se movilizan con él, y a las autoridades tomar cartas.

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