La utopía de Spinoza (y III)

Dios o la Naturaleza es una especie de sustancia universal e intemporal, según Spinoza, responsable de todo lo que existe, en cuyo núcleo no tiene valor la dicotomía entre “bien” y “mal”,

Dedicado a la profesora Elsa Saind-Amand.

Dios o la Naturaleza es una especie de sustancia universal e intemporal, según Spinoza, responsable de todo lo que existe, en cuyo núcleo no tiene valor la dicotomía entre “bien” y “mal”, calificativos con un significado relativo, en relación a lo que siente una persona en particular, y no de manera general a toda la humanidad. También, el filósofo holandés creía en la armonía, la compañía y la solidaridad como partes de la naturaleza humana, y en la búsqueda de la alegría como eje central de la existencia.
Consideraba al hombre como un ser gregario y bueno por naturaleza, distanciándose de la tesis de Hobbes, sobre la rivalidad, enemistad y carácter abusivo del hombre sobre sus semejantes.

Spinoza, según la doctora Saind-Amand, considera la libertad como un valor político clave que “significa la expresión de una esencia singular y única en los individuos, y los seres humanos son los únicos que pueden ser conscientes de esa expresión esencial” (p. 57), lo que implica, para la realización individual, “a la autonomía y a la independencia de la regulación propia” (p. 60). Para él “la libertad se define como autonomía y no como libre albedrío, o simple voluntariedad. El filósofo habla de una libertad regulada por las leyes de la propia esencia individual” (p. 356). Por todo esto, Spinoza mantiene una fresca actualidad, en contra de los absolutismos y a favor de la libertad creadora.

En las conclusiones de su bien documentado trabajo sobre el filósofo holandés, la profesora Saind-Amand afirma, entre otros puntos luminosos, que “Spinoza le da importancia al intelecto como función liberadora y como praxis de desalienación, pero no podemos interpretarlo como intelectualista, ya que cuenta con la realidad corporal y la considera como expresión directa de la sustancia” (p. 344). Es decir, de la naturaleza del ser humano. Siendo, por ende, “un filósofo práctico que da importancia a la ética” y cuyas influencias incluyen al materialismo que, a partir del autor, “consideran que la existencia es la que condiciona la esencia y la que traza la norma para que la esencia actúe en consecuencia y supere las condiciones externas que la frenan” (p. 346).

Spinoza es un utópico con base materialista, procura el desarrollo del cuerpo social, con dirigentes que generen “leyes que resulten agradables para obedecer”, dentro de un sistema democrático en que los individuos participen de la legislación en asambleas y que obedezcan “gustosamente las leyes que le protegen y benefician” (p. 362). Obviamente, en sentido contrario, que se revelen en contra de la opresión y las arbitrariedades tendentes a beneficiar a un hombre, grupo o sector en detrimento de las mayorías.

Sin dudas, las ideas morales y políticas de Spinoza tienen posibles aplicaciones actuales y no solo en el ámbito nacional. Motivamos la lectura de este filósofo de la modernidad y que mejor forma de empezar, que leyendo el trabajo de la investigadora unasdiana, la doctora en filosofía, Elsa Saind-Amand. Adelante.

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