Aunque es previsible que en lo inmediato el ritmo de crecimiento económico de la República Dominicana sea moderadamente menor al visto en años recientes, nada indica que estamos a las puertas de un período difícil. Esto es así porque, a pesar de que las exportaciones no terminan de destacar y el turismo pasa por un período malo, las cuentas externas, cuestión vital para el crecimiento, se mantendrán con un déficit reducido y fácilmente financiable. Como he escrito antes, no hay forma de exagerar la importancia de las exportaciones (y de la “calidad” de éstas) para un crecimiento sostenido e incluyente. A pesar de eso, hay que reconocer que hay factores que están haciendo de esto algo menos urgente, en especial el crecimiento acelerado de las remesas creciendo, los bajos precios del petróleo y el alto precio del oro.

Sin embargo, hay dos amenazas inmediatas, ambas inesperadas, que pueden poner en jaque a esta economía en este 2020. Una es la crisis electoral en la medida en que devenga en crisis política amplia, y la otra es la pandemia del coronavirus COVID 19 y la otra es la crisis electoral.

COVID 19 en China

Más allá de las implicaciones de salud y el peligro para la vida de personas vulnerables, el estallido del nuevo coronavirus COVID-19 es, sin lugar a duda, la mayor amenaza inmediata para la economía mundial. En días recientes, los mercados globales han sufrido las mayores bajas desde la crisis financiera de 2018, y todas las proyecciones de crecimiento económico en el mundo están siendo revisadas a la baja.

A pesar de que el peor momento de la epidemia en China ya pasó y su producción manufacturera ha empezado a recuperarse rápidamente, el FMI ya predice una caída del crecimiento en ese país hasta 5.6%, la tasa más baja observada desde 1990.

La disrupción que la epidemia ha causado en la producción manufacturera ha sido severa, y sus repercusiones han sido globales porque muchas industrias de ese país son piezas clave en numerosas cadenas globales de producción. China explica más de un sexto de la producción mundial, algo más del 13% del comercio mundial y poco menos de un tercio de la producción global de manufacturas.

Al detenerse la producción en muchas de sus fábricas, el funcionamiento de las cadenas de suministro se vio sensiblemente afectado en la medida en que a muchas empresas en el resto del mundo les ha resultado difícil encontrar alternativas para el procesamiento de materiales o para la provisión de insumos. Esto incluye los países exportadores de materias primas hacia China como los de América Latina y África, los cuales no solo han sufrido una reducción de las ventas sino una caída de los precios de muchos de esos productos, incluyendo petróleo y minerales. También las empresas exportadoras de insumos tecnológicos a China como las ubicadas en Estados Unidos e importadoras de manufacturas terminadas han sufrido las consecuencias.

COVID 19 en el resto del mundo

El problema que ahora se presenta es que, aunque aparenta que en China va en franco declive y el número de nuevos casos se ha reducido notablemente, la epidemia se ha expandido hacia el resto del mundo. Hasta el cinco de marzo se había reportado casos en 90 países. Aquellos con mayor número de casos fuera de China son Corea del Sur (más de 6 mil), Italia (más de 3,800), Irán (más de 3,500), Alemania (menos de 500) y Japón (menos de 400). En total la epidemia ha afectado a casi 100 mil personas, de las cuales más de 67 mil están en China. De esas, 54 mil se han recuperado y cerca de 3,500 han muerto.

La pregunta que todos nos hacemos es si el comportamiento que ha tenido la epidemia en China, esto es, un fuerte aumento de los contagios en unos dos meses, un pico corto cuando se registra el mayor número, seguido de un declive relativamente veloz se repetirá en otros. Desafortunadamente no podemos estar seguros porque dependerá de la efectividad de las intervenciones del sistema sanitario de cada país, incluyendo la prevención de importación (China podría estar teniendo éxito, pero en un momento donde el riesgo de contagio desde el exterior era bajo, situación ha cambiado) y de qué tan rápido se pueda desarrollar, producir y distribuir un tratamiento efectivo. Como es bien conocido, en China, específicamente en Hubei, la provincia donde se inició la epidemia, las autoridades adoptaron medidas extremas como la cuarentena de algunas ciudades. Aunque parece que dio resultados, no está claro si ese es el método más efectivo para contener la epidemia, si hay alternativas efectivas a medidas tan drásticas y, en caso de no haberlas, si los estados y las sociedades de los países afectados tienen las capacidades institucionales y el poder para replicar lo que las autoridades chinas hicieron.

Impactos económicos locales

Los impactos en el país de la pandemia del COVID-19 se pueden pensar en tres niveles. El primero es efecto de desaceleración económica global, incluyendo en Estados Unidos. Es incierto cuan intensa podría ser la caída de la actividad en ese país, pero la dirección es clara y deberá impactar negativamente en las exportaciones de bienes y en el arribo de turistas. Quizás también en las remesas si el mercado de trabajo en ese país se resiente mucho.

El segundo es el impacto en la industria de viajes y de turismo en el mundo en general y en el país en particular. Es, sin dudas, la mayor amenaza para la economía dominicana cuando el sector no termina de recuperarse de un período negativo que inició en junio de 2019. Después de las exportaciones de bienes, el turismo es la segunda actividad generadora de divisas más importante. En 2019, los ingresos por turismo se ubicaron en cerca de 7,500 millones de dólares. Incluyendo los restaurantes y negocios similares, explica más del 7% del PIB, y tiene importantes encadenamientos productivos con la agricultura, la manufactura y los servicios. Ya están ocurriendo cancelaciones y posposiciones de viajes por turismo debido a que la concentración en aeropuertos, aviones y otros espacios aumenta el riesgo de contagio. La detección de casos en el país, aún siendo importados, complica la situación para el sector.

El tercero es el impacto que pueda tener en la economía en su conjunto si se incrementase el número de casos propios. Además del efecto económico derivado del ausentismo laboral individual, algunas medidas que se podrían tomar como el cierre de centros educativos y laborales en zonas afectadas para contener la propagación podrían tener efectos productivos severos.

El lado positivo

A pesar de todo lo anterior, hay dos efectos económicos de la epidemia que tienen implicaciones positivas para la economía dominicana (y otras en situación similar) y que pueden contribuir a moderar sus impactos. El primero es la caída en los precios del petróleo debido al bajo crecimiento económico en el mundo. Esta semana el precio del barril del WTI, referencia para el país, cayó por debajo de 45 dólares. El promedio en 2019 fue de 57 dólares. Aunque el turismo y las exportaciones sufran, tendremos que pagar menos por el petróleo que importamos.

El segundo es la reducción en las tasas de interés en los mercados internacionales. Ya la Reserva Federal en Estados Unidos redujo sus tasas de política, lo que terminará reduciendo las tasas del mercado. En el país, esto podría permitir al Banco Central reducir sus tasas de política y con ello inducir a una reducción de las tasas de mercado. Si no lo hace, incentivaría la entrada de capitales, aumentando la oferta de divisas.

El impacto de la crisis electoral

En otra entrega reciente me referí al tema y apuntaba que los riesgos en materia de inversión y crecimiento (como sucedió en el segundo trimestre de 2019 en el contexto de la incertidumbre por el intento de reelección), el incremento en la percepción de riesgo en el país lo que ahuyenta inversiones y un eventual aumento del costo de la deuda para el país, y mayores presiones devaluatorias.

De esas tres posibles consecuencias, la que se está haciendo sentir con mucha claridad es la tercera, a pesar de que las cuentas externas están holgadas. El tipo de cambio, que las autoridades esperaban se mantuviera por debajo de 53.56 hasta mediados de año, ya superó esa marca. Hay pocas dudas de que la incertidumbre está empujando a muchos a dolarizar sus activos. En poco más de dos meses, entre el 31 de diciembre de 2019 y el 4 de marzo de 2020, los depósitos del sector privado en dólares en el sistema financiero crecieron en 413 millones.

En respuesta a las presiones devaluatorias, el Banco Central ha vendido reservas para ampliar la oferta en el mercado. A fines de febrero, el saldo de reservas internacionales fue menor en 545 millones de dólares que a fines de enero, y las propias autoridades reconocieron que en las últimas semanas colocaron divisas en el mercado por unos 700 millones.

El Banco Central está bien apertrechado con reservas para enfrentar presiones devaluatorias pues cuenta con cifras récord de reservas. Sin embargo, cuando las presiones resultan de una crisis electoral como la actual, los riesgos son mucho mayores. Si ésta termina convirtiéndose en crisis política, es poco lo que se puede hacer desde la política pública. La solución es política, no económica.

Hay que hacer dos cosas enfrentar los dos riesgos inmediatos que encara la economía en este momento. Una es contar con una buena política de prevención en salud que reduzca el riesgo de expansión de la epidemia en el país. No hay forma de evitar los impactos desde la economía global, pero podemos moderar sus implicaciones nacionales.

La otra es resolver la crisis electoral y política inmediata, garantizando unas elecciones razonablemente buenas. A mediano plazo hay que ampliar los espacios de participación que la sociedad, en especial la juventud, está demandando, y empezar a construir una nueva democracia.

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