Múltiples factores estructurales motivaron guerras que fortalecieron el moderno concepto de libertad en la conciencia ciudadana. Es decir, “las consecuencias de estas luchas –que enfrentaron a la Iglesia y el Estado, a los señores y a los reyes, a los protestantes y a los católicos, al comercio y al Estado- se incrustaron en el centro de la vida occidental…” Y el individuo empezó a fortalecerse frente al leviatán estatal.
Este proceso ideológico de desarrollo de las ideas en torno a la libertad y el establecimiento del sistema democrático como representativo e inclusivo, plantea una línea histórica que tiene en el catolicismo un importante punto de empuje. Y esto, afirma Zakaria, aunque parezca una contradicción insalvable pensar en el catolicismo como modelo de libertad, democracia y respeto a las individualidades. Debido a que la Iglesia, “como institución, no ha defendido la libertad de pensamiento ni, hasta hace poco, la diversidad de creencias (y) durante la Edad Media y a medida que crecía su poder, se volvió cada vez más intolerante y opresiva, haciendo hincapié en el dogma y en una obediencia incuestionable y empleando unos medios bastante desagradables para aplastar la disidencia” (Zakaria, 34).

Este enorme poder de la Iglesia, que aumentó en los siglos siguientes, fue de gran importancia para el fortalecimiento de las libertades individuales. Debido a que “desde el principio se opuso tenazmente al poder del Estado y, con ello, estableció límites al Gobierno de los monarcas”. Además de que “la Iglesia Católica fue la primera institución independiente del poder temporal dispuesta a hacerle frente. (y) al hacerlo, agrietó el edificio del poder estatal, y la libertad individual comenzó a florecer hasta en el último rincón”.

Luego, una segunda contienda, también de modo inintencionado, aporta “las materias primas para la construcción de la libertad”: la disputa entre la élite terrateniente europea y los reyes, exigiéndoles ciertos derechos, llegando a establecer una relación, en muchos casos, “casi igualitaria entre señores y reyes”, la cual tuvo “una gran influencia en el rumbo de la libertad”.

Argumentando que “sin la resistencia efectiva de ciertas clases privilegiadas, la monarquía no hubiera dado origen a otra cosa que un pueblo de esclavos”. (Guido de Riggiero, Historia del liberalismo europeo, citado por Zakaria, 38).

En este camino de la libertad y la democracia occidental imprescindible ha sido el aporte Inglés, cuya aristocracia era, quizás, “la más independiente de Europa”, la cual obligó, luego de un proceso histórico que incluyó un conflicto con la corona que duró cuarenta años, a firmar una tregua en 1215, conocida como La Carta Magna de Juan sin tierra, primera limitación escrita al poder real en Europa y cuya interpretación posterior consagraba ciertos derechos individuales.

Los aportes posteriores de los protestantes, de la pugna entre
comerciantes y gobernantes y de países como Francia y Estados Unidos de Norteamérica, las veremos en próximas Pinceladas. l

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