El tránsito del Gran Santo Domingo continúa caótico, sin importar la hora a la que salgamos a las calles, incluso en vías de poca circulación tradicionalmente. En cualquier callecita ahora se hace un tapón.
En medio de esta situación observé y sufrí una acción de las que en toda mi vida he calificado como abuso de autoridad. Recientemente transitaba por la avenida Coronel Rafael Fernández Domínguez (antigua de San Isidro) y mi vía fue detenida en la intersección de esa avenida con la autopista Las Américas, por dos agentes de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett).
Lo hicieron para dar paso expreso a quienes transitaban por la autopista Las Américas. Luego de estar más de 15 minutos parado en ese punto, pasó el VIP esperado, un funcionario con su respectiva escolta.
Después del pique por esa acción para mí incorrecta, propia de países con mentalidad subdesarrollada, como el nuestro, lamentablemente, reflexioné sobre la agilización del tránsito en esa vía que provocaron los agentes con ese movimiento irregular.
Acciones como esas, con orden y programación, pudieran formar parte de las medidas que tomen las autoridades para la reducción de los asfixiantes tapones y la agilización del tránsito en ciudades como el Gran Santo Domingo y Santiago, donde estamos “con el grito al cielo” por los tapones.
Esa medida debería sumarse al plan puesto en marcha por Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant), en coordinación con la Alcaldía del Distrito Nacional y las Asociaciones de Instituciones Educativas Privadas, para mejorar la circulación del tránsito en los entornos de los centros educativos privados.
Es urgente reducir “la pandemia” de los tapones en las grandes ciudades de nuestro país, por la paz mental, los bolsillos y el bien común de los ciudadanos.