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Los cítricos criollos todos, naranjas de China, mandarinas, toronjas y hasta las naranjas agrias, sufren de devastadoras plagas que han mermado la producción local de manera brutal y han propiciado la importación y mercadeo de cítricos importados, en volúmenes importantes.

Las llamadas “chinas de jugo” y las denominadas “chinas de niño” escasean sustituidas por las importadas de abundante jugo y color “mamey” más intenso. Las mandarinas, fruta del invierno criollo, han sido suplantadas por variedades diversas que aparecen todo el año con intenso color naranja. Las “Clementinas”, desconocidas antes, hoy abundan en los supermercados criollos.

Las naranjas son oriundas de La India, Vietnam, Pakistán y el sudeste de China, que desde allí fueron traídas a occidente por los árabes y a nuestra América, por los europeos que siguieron a Cristóbal Colón. Una plaga que mermó mucho a los cítricos dominicanos es la llamada “Tristeza de los cítricos” (CTV), enfermedad provocada por un virus que ataca los árboles injertados sobre una base de naranja agria.

En España la crisis fue tal que se prohibió utilizar madres de este cítrico y a los agricultores que produjeran sus propios injertos, para obligarlos a comprar plantas certificadas y libres del mal.

Nada parecido se ha hecho aquí y el resultado no se ha hecho esperar: mortandad extendida de los cítricos. Las grandes plantaciones criollas de naranjas de Hato Mayor vieron sus plantas atacadas además por un virus distinto, nuevo en el país, con un chupador como trasmisor, que los llevó a invertir en un costoso helicóptero para fumigar y matar al vector que lo transmite, hasta entender lo difícil de atacar y lo caro del intento, que puso en riesgo la sanidad de la empresa.

Los chinos de Taiwán, fueron oficialmente “cambiados”, por los de China Continental y quizás los primeros han desarrollado, en lo que se han distinguido, plantas resistentes a este virus en particular y no sería ocioso indagar y negociar la replantación nacional.

Al ser un simple sujeto inquieto, desconozco el alcance de lo que sugiero para disminuir, o más bien eliminar, la dependencia de nuestros supermercados de los cítricos importados porque, al comprarlos, favorecemos a los cultivadores extranjeros mientras afectamos sensiblemente a los productores criollos.

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