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A casi una semana del asesinato del ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, todavía el asombro sigue apoderado de mí.

Era imposible vaticinar tan trágico final para una persona que actuaba sin sobresaltos ni escándalos. Alguien que, más que confrontaciones y debates estériles, buscaba el diálogo y consenso con sus adversarios políticos.

Pero peor aún, que el responsable haya compartido una amistad de 40 años con Orlando, que haya socializado de manera íntima con sus familiares y que fuera considerado por todos los allegados como casi un «hermano» suyo, provoca que ahora cada uno de nosotros fije su mirada hacia la derecha y a la izquierda para ver quién realmente está a nuestro lado.

Miguel Cruz debe convertirse a partir de ahora en el arquetipo perfecto de alguien que no debes permitir en tu círculo íntimo. Digamos que, el ejemplo ideal para espantarnos cuando alguien con esas características se nos quiera acercar a fin de entablar una relación de amistad.

Parafraseando al mismo Orlando en uno de sus escritos publicados en su blog «Apuntes de Orlando Jorge Mera»: «Tengo la sensación de haber vivido varias vidas. A pesar de lo mucho que he vivido, en tan poco tiempo…».

Puedo decir que también he vivido mucho a pesar de mi corta edad, por lo que no exagero si afirmo que he visto a muchos «Miguel Cruz» en esta vida.

Gente que actúa de manera prepotente frente a los demás y que a su vez gustan de avasallar al que consideran inferior, ya sea por su capacidad económica o jerárquica, o por meras frustraciones del pasado.

Personas que creen que se lo merecen todo. A pesar de no poseer ningún tipo de mérito académico o laboral, simplemente porque son amigos de fulano de tal o que «hice campaña y hay que resolverme».

Esos que te dicen ser leales y aportan a la causa tuya; pero que luego de ya consumado todo te pasan la factura por debajo de la mesa, a expensas de tu nombre para cobrarse lo entregado y duplicarse las ganancias.

Hay muchos tan parecidos a «Miguel Cruz» que no guardan las formas ni para expresarse. Se creen con derecho a destruir reputaciones (aún hayan sido cercanos o trabajado juntos) si no le cumplen con carguitos políticos o promesas politiqueras, ya que su única forma de escalar socialmente es sobre las cabezas de los demás.

Este lamentable hecho en que ha perdido la vida un hombre de grandes aportes al país debe servir para que tanto psicólogos, psiquiatras y demás expertos de la conducta humana profundicen al respecto mediante campañas de concienciación.

A su vez, el Gobierno dominicano también debería colocar este tema como prioridad nacional en su agenda ya que, de la única forma que se cultiva una verdadera cultura de paz para disminuir la violencia, es aunando esfuerzos de manera conjunta.

Y que, tal como reseña el lema de la familia Jorge Villegas, son tres palabras las que harían posible la fórmula mágica para detener la escalada de violencia que vive el país: unión, fuerza y amor. ¡Solo así venceremos!

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