Luis Abinader llegó a la Celac antecedido del privilegio concedido por la OMS de narrar a los jefes de Estado y de gobierno del globo la exitosa experiencia de su gobierno en la lucha contra los efectos de la pandemia de Coronavirus.

Arribó precedido de los reconocimientos de la Organización Mundial del Turismo, de la ONU, y el Consejo Mundial del Turismo, privado, por la rápida recuperación turística de RD cuando aún gran parte del mundo sufría paro y restricciones de todo tipo.

Se presentó al cónclave con el endoso del Banco Mundial, la Cepal, el BID, las principales firmas mundiales calificadoras de riesgo, por el magnífico desempeño de recuperación y crecimiento económico pese a los vientos huracanados de inflación y recesión soplando aún en todo el mundo.

Correspondió a Luis decir su discurso, con serenidad y precisión, con la calidad ética de establecer un gobierno que con base en la independencia del Ministerio Público y el consenso nacional, ha revertido la corrupción e impunidad, y el descalabro institucional encontrado a su llegada al poder.

Dijo un discurso brillante y valiente ante los jefes de Estado y de gobierno latinoamericanos y caribeños en un mundo crispado por serios conflictos geopolíticos y desequilibrios económicos en los que -por la saturante sobreinformación de las redes, entre otros factores- la democracia se redescubre montada sobre enormes desigualdades sociales que amenazan la existencia misma de la gobernabilidad política y social.

Llamándolos a que como Celac asuman la responsabilidad de defender la soberanía de los pueblos y promuevan la integración regional basada en principios y valores, el presidente resumió el sentimiento de nuestros pueblos, en los siguientes términos:

“Es nuestra obligación condenar los actos violentos y vandálicos contra el gobierno legítimo y constitucional del presidente Lula en Brasil, que buscaban subvertir la voluntad expresada libremente en las urnas por el pueblo brasileño”.

“La Celac debe hacer un llamado a la paz y exigir que se trabaje seriamente para detener los horrores de una guerra (en Ucrania) que sigue causando estragos sobre poblaciones que no merecen pagar el precio de conflictos ajenos”.

La crisis de Haití “es de tal magnitud que no deja de agravarse, por lo que la comunidad internacional debe actuar de inmediato”. “La República Dominicana seguirá ofreciendo al pueblo haitiano todo el apoyo que esté a nuestro alcance, pero reitero que no está en nuestras manos la solución a tan grave problema”.

Ante un discurso de tal lucidez y aplomo, la mayoría de los estadistas y representantes de gobiernos y organismos internacionales presentes expresaron a nuestro mandatario su reconocimiento y admiración.

Y por eso también en su intervención el presidente chileno Gabriel Boric se identificó con la posición dominicana sobre los déficits alimentarios y sus estragos en los estamentos soaciales más vulnerables.

Mientras en Nueva York el Consejo de Seguridad de la ONU esperaba a RD para identificarse con la posición del canciller Roberto Álvarez de “pacificación, diálogo político y elecciones” para encarar la crisis de Haití.

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