Persisto en mi teoría de que la forma de conducir, es muestra clara de la estructura de pensamiento de una sociedad. La nuestra, exhibe un desordenado y caótico sistema de tránsito con aguda tendencia al desorden, a la desobediencia a las leyes y reglamentos y una marcada inclinación a lo temerario, incluyendo la violación a las leyes naturales. El índice de accidentes de tránsito, en aumento desproporcionado, en lo que a conductores de motores se refiere, indica lo riesgoso de conducir vehículos de motor en el país. La sensación de que el motor cabe “por toa palte” y el sentir de autosuficiencia en la velocidad, convierte en kamikase al motorizado que luce caer de cielo y que aparece a “babor y estribor” de cualquier vehículo que ose competir por espacios en las vías publicas. El criollo carece de cortesía al conducir y en múltiples ocasiones actúa como Chacumbele, que “el mismito se mató” y por no detenerse para que el otro pase, se tranca a sí mismo. Parecería decir “primero muerto que cortés”. El motorista no es el único ejemplar caótico de esa fauna del tránsito, porque “el chofer de carro público”es especie aparte y si anda en un Sonata aún más, desde el cual se puede esperar cualquier cosa. Por un pasajero se cometen las peripecias más absurdas, ante la vista ciega de los agentes de uniforme verde, que pretenden un respeto no ganado de la población. La categoría de “padre de familia” es una clasificación que permite acciones penadas para otros, sin sanción, por que esos agentes verdes temen actuar contra los mismos. Los guagüeros, son clase aparte con patente para atropellar con vehículos armados de tubos agresores, como acorazados de tierra, siempre dispuestos a aplastar. Nada que decir de las temibles voladoras, conducidas con temeraria agresividad por donde existen las rutas de las que son “propietarios“, al margen de los gobiernos, cuya autoridad luce detenerse frente a los verdaderos “dueños” del país, mostrando debilidades políticas. El motorista cuya capacidad de equilibrio de circo lo estimula a “calibrar” el vehículo que conduce, se convierte en un torpedo de tierra, con dirección de “bucapié criollo”, que nunca se sabe adonde va a parar. Cuántas víctimas ocasionan estos sujetos de mucho equilibrio y escaso cerebro, comunes entre “deliverys” urbanos. Se rememora un oficial de la Policía que les quitaba la rueda delantera, por “inútil” ya que sólo precisan la trasera. No hay dudas de que en el tránsito no todos los conductores son iguales frente a la ley, porque los públicos no están obligados al cinturón y pueden andar “como chivos sin ley”. Hoy con el caos que ha generado el Intrant, cambiando direcciones a calles, que un análisis sencillo demostraría que más que mejorar han complicado el tránsito, creando tapones adonde jamás se hacían. Ahora con el Parqueate Bien añaden caos ante la incapacidad gubernamental de proveer estacionamientos adecuados. La irritación y el abuso oficial, confundido como autoridad, tiende a ocasionar irritaciones con consecuencias políticas. “Chupe uté y déjemer’cabo”.