Me place sobremanera y agradezco a Eligio Jáquez, que haya reproducido el artículo “Los Arroceros en su Laberinto”, de la autoría de Luis Ramón Rodríguez, comunes amigos en la academia, el deporte y de la vida.

Estemos de acuerdo o no con lo que expresa en el texto, hemos de admitir que es un buen compendio de la situación en que se encuentra ese sub-sector productivo de la agricultura dominicana.

Expone Luis Ramón Rodríguez su preocupación, sobre el efecto socioeconómico de la disrupción de procesos de producción, comercialización y consumo del referido cereal; preocupación que es originada, entiendo, en el enfoque que, por influencia del componente industrial del subsector, se ha establecido y se ha dado por cierto.

He de declarar que por 3/4 de siglo, miembros de mi familia han trajinado como productores de arroz y que, en explotaciones combinadas con ganado vacuno, han tenido resultados que les han permitido levantar sus familias; además, hoy día, algunos de mis más caros amigos son productores del cereal.

Hecha la anterior aclaración, he de llamar la atención sobre un aspecto que, por su ausencia, brilla en el artículo de la pluma de mi amigo y de todas las publicaciones sobre el tema, hechas desde 1936. En ninguna se menciona o evalúa, el efecto socioeconómico de la transferencia de riquezas desde la gran masa consumidora hacia los intermediarios, procesadores, comercializadores de arroz y hacia los proveedores de insumos para la producción, en desmedro de las economías hogareñas.

Existe en los ámbitos productivos y del comercio el concepto de “ventajas comparativas” y el cultivo del arroz no nos ofrece esas ventajas comparativas en ninguno de los dos renglones. El arroz, como se produce en el país es, primero, un proceso de ensamblaje de componentes foráneos, realizado por una orquesta de tambores, donde sólo el director sin la varita aquella a que aspiraba el político, es de origen nacional. Segundo, si evaluamos el efecto que sobre fauna, flora y recursos naturales tiene la implementación de las actuales prácticas de producción, el cultivo introduce elementos nocivos, para las primeras y un desperdicio insostenible del agua, uno de los cuatro recursos naturales más vitales existentes e imprescindibles, conjuntamente con la luz del sol, el oxígeno y el anhídrido carbónico.

La eliminación del mencionado gravamen a la importación de arroz es conveniente y necesaria y nos obligará a utilizar nuestras ventajas comparativas en la producción y el comercio a la vez, y a mejor utilizar el escaso recurso hídrico de nuestra “matria” insular.

Es indudable que sería necesario introducir modificaciones a varios sistemas de producción y particularmente a los patrones y esquemas de comercialización internacional y nacional del cereal, así como su almacenamiento de reserva.

Para lograr implementar dichas modificaciones, se requeriría, principalmente, de la responsabilidad de servir al pueblo, inherente al juramento de toma de posesión que, como contrato, firman los mandatarios frente al pueblo, en las sociedades democráticas.

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