Hace años leí “Masa y poder”, escrito por el búlgaro Elías Canetti, Premio Nobel de Literatura en 1981. Es un excelente ensayo sociológico y antropológico que trata, entre otros aspectos, sobre los tipos de masas y su relación con el poder. La obra nos ayuda a entender algo mejor la naturaleza humana, con sus debilidades y fortalezas.
Inspirado un poco en el libro, pienso que en los países en vías de desarrollo como el nuestro el ejemplo jerárquico suele ser determinante para el éxito o fracaso en una empresa y en el sector público. Las masas, no importa su tamaño, se dejan guiar con facilidad, pues personalizan e imitan al poder, en virtud de que las instituciones son débiles y los caprichos del que manda se imponen sin mayores contratiempos. Una cabeza en su lugar motiva a hacer lo correcto; una desnucada promueve el caos.
Los malos propósitos agrupan a las personas solo provisionalmente; en cambio, los nobles ideales fraternizan para siempre. El mal es incapaz de mantener la unidad, la ambición lo destruye y crea conflictos entre sus cómplices, los cuales desconfían unos de otros y hasta de sí mismos; por su parte, el bien compacta y avanza en armonía gracias a sus dignos objetivos, y fortalece amistades. El mal es una granada que más temprano que tarde explota; el bien es un artesano que le da vida al barro.
En ocasiones, envidio el comportamiento animal. Observo a esos insectos cuando se preparan para atrapar una presa de gran tamaño. En grupo son invencibles. Existe una coordinación perfecta. Los actores asumen su papel, ni más ni menos. Y hasta en la repartición del festín cada uno sabe el momento exacto en que le corresponde comer y la cantidad que requiere o merece. Y cuando recorren los senderos, lo hacen de forma ordenada, cada cual en su lugar, respetan al otro, en especial al que tiene más experiencia y conoce mejor los peligros y el accionar de sus depredadores.
Por el contrario, hay ciertos seres vivos que consideran que vinieron al mundo exclusivamente para respirar ellos. Todo gira en torno a sus figuras. No toman en cuenta al prójimo. Juran que las ideas y la labor del otro son basura que ni para reciclaje es buena. Son tan egoístas que cuando son solidarios lo hacen porque les conviene.
Si no logramos conformar o ser parte de un buen equipo de trabajo, compuesto por ciudadanos preocupados por sanas metas, el fracaso será inevitable. Imitemos a esos animales que aun sin conciencia, cumplen su deber y su misión mejor que la mayoría de nosotros. Evitemos ser masa y seamos responsables cuando poseamos poder.