No tuve intención de escribir una segunda parte, en el génesis de esta idea, pero tarea imposible resumir en pocas cuartillas, lo que significa el nombre Mayagüez como ciudad, para República Dominicana. Por un error involuntario se omitió el nombre del ilustre Eugenio María de Hostos, maestro de maestros, colaborador de Salomé Ureña de Henríquez en la Escuela Normal de Señoritas. Revolucionó la enseñanza dominicana, con principios sólidos denominados Moral Hostoniana con oposición frontal de la Iglesia Católica. Por encargo del Gobierno, rediseñó la enseñanza criolla y fundó la escuela Normal de Santo Domingo y de Santiago, y graduó a sus primeros maestros en esa disciplina, como un sistema unificado. Hostos murió en Santo Domingo el 11 de agosto de 1903 con una enorme labor patriótica, de unidad de Las Antillas, de America entera y propulsor de la sociología en estas tierras hispanoamericanas. Un mayagüezano ilustre insertado en el tuétano nacional que nos marcó para siempre. Más de 40 años después van los primeros dominicanos a estudiar al entonces Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas: George Arzeno Brugal, Rubén Cortina, Rafael Berrido Camilo, Socias, Welter Messina y otros pioneros que abrieron la puerta a cientos de dominicanos que emigramos como estudiantes a Mayagüez, con condiciones privilegiadas de pago de matrícula y otros servicios que incluyen seguro médico estudiantil. Con Dominicana en el corazón nos insertamos e influimos de manera positiva en la sociedad de aquel Mayagüez de las décadas del 60, 70, 80, 90. A la caída de Trujillo y la apertura del país, muchas familias encontraron en la Universidad de Puerto Rico y su recinto de Mayagüez, entonces CAAM, espacios para que sus hijos continuaran los estudios profesionales en un centro de primer orden. Un secretario de Obras Públicas, un ministro de Relaciones Exteriores, dos administradores de la CDE, un miembro de la Junta Monetaria, un administrador del Banco Nacional de la Vivienda, un director de Infratur, funcionarios ejecutivos en el Banco Central, directores de decenas de organismos de decisión del Estado, un rector fundador de dos universidades, muchos destacados en el arcoíris político criollo y muchos más que harían muy larga esta lista, forman parte del “menú” de posiciones alcanzadas por esa generación irrepetible de dominicanos egresados de Mayagüez. Adonde quiera que se hayan establecido han sido exitosos. En el sector privado son innumerables los éxitos empresariales y comerciales de esos egresados, en toda la escala laboral y en lo académico, que han influido de manera positiva, contribuyendo a construir el dinamismo y la fortaleza de la economía dominicana. En la banca, seguros, en la agricultura, en la industria. Hoy la sociedad que agrupa a esos egresados, tras un activo accionar, emprende un camino a un reencuentro con su alma máter, procura retejer el cordón de plata que nos une a ella y propicia acuerdos académicos y mucho más, con universidades dominicanas que muestren interés en ello. A más de lo académico asumiremos un papel activo, de dos vías, para estimular acuerdos de trabajo, abrir espacios comerciales de interés en ambos países. La deuda con Mayagüez es grande y buscamos formas de saldarla de manera honrosa.

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