En Navidad le rindo reverencia al ahorro. Este año con más razón, pues algunos querrán celebrar dos navidades al mismo tiempo, las del 2020 y 2021. Podría vestirnos un asombroso desenfreno colectivo luego de varios meses de limitaciones, las que, gracias a Dios, han disminuido, porque las medidas de flexibilización, a sabiendas de los riesgos que conllevaban, han servido de efectiva válvula de escape social y de razonable reactivación económica.

Este mes ha de imperar la prudencia, cada cual limitarse lo más que pueda y dando el ejemplo de ello, que es absurdo que un empleador, por ejemplo, limite los beneficios de sus trabajadores alegando crisis y a la vez se compre una villa en Florida. Me encantan las biografías. En la de Benjamin Franklin, el inventor, científico y político estadounidense leí: “Quien compra lo superfluo no tardará en verse obligado a vender lo necesario”. Y esta frase resalta más en Navidad, donde, como me dijo un amigo, “ya vienen llegando los reyes que se llaman Comprar, Gastar y Malgastar”.

En los próximos días, miles de dominicanos recibirán su salario de Navidad. Sé que para la mayoría no rendirá mucho y que, en el mejor de los casos y actuando con responsabilidad, apenas alcanzará para la cena de Nochebuena, regalar algo a sus seres queridos y tal vez hacer ciertos arreglos al hogar.

Otros, o los mismos, amortizarán las deudas acumuladas durante el año que transcurre, tratando de llegar a enero con menos dificultades. En fin, cada cual tiene sus problemas y buscará la manera de enfrentarlos. Lo importante es que esos “chelitos” no sean derrochados.

Evitemos los excesos en Navidad, que el mundo no se acaba en diciembre. Atragantarse con cosas superfluas es absurdo, incluso es un irrespeto a nuestras familias, que de seguro tienen necesidades que merecen atención y recursos. Antes de vaciar los bolsillos, pensemos en lo que falta en el hogar.

En estos tiempos abundan las tentaciones y la pérdida del buen juicio. Hay personas de escasos recursos económicos que gastan en bebidas el equivalente de lo que le falta a su hijo para completar el año escolar con mejores condiciones. Y hay gente rica que se burla de sus hermanos cuando en una noche despilfarra cien veces más de lo que le paga en un año al jardinero de su mansión.

Nada como la Navidad (y Año Nuevo) para proponernos metas que en base a nuestro esfuerzo podamos alcanzar. Y un mensaje final: utilicemos con sentido común el salario de Navidad para luego no tener que vender o empeñar lo comprado y más ahora que el COVID-19 sigue siendo una cruda realidad.

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