Estamos todos en el mismo barco, leí en algún momento dentro de la pandemia del Civid 19 para significar que la totalidad de la gente estaba en la misma condición. Nada más lejos de la cruda realidad. Estamos todos en el mismo mar, pero en embarcaciones muy diferentes. Esta situación de crisis de múltiples efectos, ha sacado a flote las descomunales diferencias que caracterizan la población dominicana. Unos tienen colchón “aforrao” de billetes; otros “jalan aire”, “frenan en el aro” mientras el tiempo trasnscurre con consistencia de gelatina. Centro mi atención en los estudiantes en hogares con esas condiciones extremas. Fue sencillo para los colegios élites, adaptar su proceso de enseñanza a lo digital, porque ya tenían “una pata” de ese lado. Cuestión de adaptación de padres, alumnos y maestros. Tenían a su alcance las herramientas: una plataforma de enseñanza para que libros y lecciones fueran cibernéticas, digitales, inmateriales y los colegios en esa ruta, como intermediarios, promotores y guías de una modernidad previsible. Los estudiantes estaban preparados con tablets, pc’s y laptops, herramientas primordiales, pero costosas, para arremeter el reto de lo digital. Comunes las citas en aplicaciones adonde los “presentes” podían interacturar con audio y video; Zoom, team y otros que se popularizaron rápidamente, para mitigar distanciamientos. La modernidad, coqueteando con los que pueden, dejando afuera dominicanos que compartirán el mismo futuro, con mucho menos posibilidades. En cambio, en aquellos hogares sin certidumbre “del peso ni del moro”, con recursos escasos, limitados y en muchos casos inexistentes, la mayoría, donde los alumnos asisten a escuelas públicas o colegios marginales, no hay manera confiable de trasmitir conocimientos y asegurarse de que los niños y jóvenes, reciben un mínimo aceptable y que los padres, con múltiples prioridades y sin “uaifai” en casa, soslayan un frustrante e inesperado final de curso. Conozco de esfuerzos descomunales llevados a cabo por maestros responsables, que intentaban hacer llegar a los dispositivos de los padres que lo tienen, mensajes por WhatsApp con ánimos de suplir las carencias de una imposible enseñanza a distancia “a mano pelá”. Esa desigualdad económica y social, se manifiesta con descarnada crudeza, y entre ambos extremos de blanco y negro, un universo de tonos de grises, acentuando la mediocridad educativa y dejando lagunas que las urgencias del incierto próximo año, apenas permitirán rozar. Las engañosas cifras tendrán que ser “zambullidas” en soluciones terapéutico-educativas en busca de compensaciones didácticas que den sentido al gran sacrificio del erróneamente interpretado 4%. Hace falta más que justificaciones explicativas, excusas oficiales y escarceos de la ADP para corregir un daño colateral que la pandemia del Covid 19 deja en la sociedad criolla. No es cuestión de ñé,ñe,ñe…. es cuestión de soluciones conjuntas, reales, prácticas, tangibles.

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