Tres destacados periodistas, Inés Aizpún, José P. Monegro y Aníbal de Castro, han expuesto en días recientes importantes reflexiones sobre el rumbo global y de nuestro país, que a su vez llevan a cavilar sobre inestimables aportes que puede hacer la prensa.

Necesitamos avanzar en un tiempo en que a nivel global proliferan desconcierto e incertidumbre que amenazan la estabilidad política y social, verbigracia las crisis migratorias y medio ambiental o los conflictos bélicos ya desatados en Ucrania y Franja de Gaza, y sus repercusiones recesivas e inflacionarias.

RD ha estado mostrando resiliencia y vitalidad económica, y la administración Abinader viene impulsando avances institucionales que apuntalan la estabilidad política y social.

Pero es también tiempo en que lucimos moralmente desorientados y faltos de consistencia identitaria, irrespeto generalizado a la prudencia y las leyes de tránsito o el bochinche que acaba de ocurrir en La Zona son sólo ejemplos cercanos.

Bajo el título Una vida poco interesante, doña Inés contrasta que conviven “Ciudades de vanguardia como Nueva York, infestada de ratas. (…) Alarma en París por plagas de chinches (….) Un mundo real en decadencia conviviendo con la irrealidad maquillada del metaverso”.

Monegro alertaba luego sobre lo que observa como una seria degradación en la prensa nacional, que “ocurre entre quienes ejercen de manera liberal, en las redacciones acreditadas y sin que se conmocionen las empresas periodísticas.

“Ese fenómeno hace tanto daño a la democracia y al desarrollo de los pueblos como cualquier ruptura del orden institucional”, advierte.

De Castro advertía que el principal problema que corren los periodistas dominicanos es la complacencia, “y que se ha perdido el sentido crítico”.

Complacencia o falta de criticidad que sean defectos de nuestra prensa, no sé… cuando en la febril competencia con los medios de las redes por audiencias y publicidad, refleja un sensacionalismo que raya en el amarillismo.

Un detalle de cualquier vieja deficiencia es propalado hoy cual si fuera una crisis estructural nueva y de alta repercusión, con un gobierno y sus funcionarios gardeados a toda cancha.

En vez de centrarnos en dilucidar y procurar consensos para articular y desarrollar políticas públicas centrales, nos enfrascamos en sus detalles y consecuencias y en relievar un debate árido e intrascendente.

Los debates de hoy, a los que damos tanta relevancia mediática recuerdan reflexiones de los expresidentes del Gobierno español Felipe González y José María Aznar, años antes de que España llegara al tranque político en que se encuentra hoy.

Coincidían en 2019 González y Aznar en alertar sobre la “falta de consenso y centralidad que afecta a la política española para abordar las reformas transversales”, vale decir más estructurales.

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