Apetición reproduzco esta serie de artículos. Nuestra rica medicina folklórica posee en su repertorio, un variado menú de soluciones para las dificultades de salud referentes al problema del “pecho apretao”. Un pueblo creado en el crisol de razas del esclavo negro africano forzado y extrañado de sus raíces, pizca de taíno subyugado, españoles que la “angurria” impulsaba, franceses, holandeses, árabes y cuanto extranjero aventurero que vino a “recalar” a estas playas, tiene un rico acerbo asimilado y propio. La compleja sintomatología de la dificultad respiratoria y sus diversas causas, según la creencia popular, se resumen en una sola: “el pecho apretao”. Tan abundantes son las fórmulas para combatirlo como las manifestaciones de la población que los padece, en especial los infantes, causa de perturbación familiar y angustias colectivas, ante un mal que desespera al paciente y atemoriza a quien lo cuida. Es quizás el padecimiento más común entre los dominicanos y de ahí la diversidad de soluciones folklóricas, porque la medicina convencional yerra con pasmosa frecuencia, en su solución. El eminente pediatra y sabio científico, Dr. Hugo Mendoza, hablaba de épocas de incremento de los síntomas y recomendaba al personal médico prepararse para ellas, con énfasis en los hospitales públicos. Algunas de las “medicinas” populares son soluciones drásticas y si encuentran eco en su uso, es por la desesperación, sobre todo materna, que sabe que “cuando el aire falta, más nada importa”. El letrero de: “Se cura el pecho apretao” abunda en barrios capitalinos y pueblos del interior, donde madres pudientes recurren a esos “facultativos” de la medicina popular, al margen de su nivel social y de sus seguros médicos, recomendados por parientes y relacionados que comparten las angustias que al padecimiento acompañan. La carne de gato (compitiendo con haitianos que la consumen, con otro propósito) lleva a robarse un felino del barrio o buscarse un suplidor ocasional. Una “saramanqueja” (lagarto casero de hábitos nocturnos y de color rosáceo, casi transparente, que se alimenta de insectos que los bombillos atraen), cocinada en leche; Té de panal de comején y como otra solución: coco de 10 años de enterrado (que alguien vende como producto elaborado). Otro “remedio” consiste en el té de semilla de chinola y una “receta” más compleja indica la mezcla de 3 gotas de aceite dulce (de cocinar), 3 gotas de aceite de higuereta, “cojollitos” de yerba buena y de sumo de toronjil (citronela) machacada, una pizca de sal y azúcar, y se administra en una toma o dos. El recurso extremo, acorde con el criterio de muchos, es carne de ratón asada sin que haya podido recolectar todos los datos de esta repugnante receta. La miel con rábano y cebollín, siendo este último elemento común en muchas recetas populares. Otro consiste en aceite de higuereta, ajonjolí y cebollín (el sumo).

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