Sí, hay que enseñar educación sexual en las escuelas, pero antes, habría que promover la autoestima, que se respete el propio cuerpo para darle el valor que merece, como el bien preciado que es. En vez de tratar lo de ideología de género en las clases y situaciones ambiguas que confundan una mente imberbe para que a sus cortos años decida sus preferencias, sería mejor inculcarles el sentido de la dignidad humana, la consideración y buen trato a sus compañeros; cómo cultivar la tolerancia y la paciencia para entender que existen otros con pensamientos diferentes e igual, merecen respeto. Que sepan elegir el bienestar colectivo frente a la satisfacción personal que, no por propia, necesariamente es la mejor.

De poco sirve impulsar desde las aulas la inteligencia artificial y la tecnología, si no se está desarrollando la emocional y la prudencia para manejar esas herramientas. Las técnicas de emprendimiento no bastan, mientras no se dominen las reglas básicas de matemáticas y cálculo. El empoderamiento es un término en boga que debe acompañarse con preparación, conocimiento y constancia para hacerlo posible, no basta el empeño.

Fomentar a un ciudadano vigilante y combativo es loable, sin embargo, primero, debe saber escribir correctamente para expresar lo que piensa y entender lo que lee para entonces, encontrarse en la capacidad de ejercer un sentido crítico que discierna la realidad de la manipulación, lo ético de lo injusto y lo conveniente de lo tergiversado.

Atrás quedaron los castigos humillantes de antaño por inconductas, pero en el otro extremo, surge una permisividad rampante en que se reniega de la disciplina para seguir instrucciones que preserven el orden general. En su lugar, se enfrenta al maestro para que trate bien al muchacho y no le exija demasiado porque su sensibilidad lo llevaría a la frustración.

Resulta irrelevante inculcarles el uso del género en las palabras con el todos, todas o todes, si no se dominan principios elementales de puntuación, acentuación y sintaxis que eviten la existencia de faltas ortográficas hasta en los pensamientos. Esa preocupación por la naturaleza, por la depredación de nuestros bosques o por la contaminación de los ríos, debería antecederse de las normas de urbanidad, limpieza y recogida de basura en el espacio cercano que lo circundan.

No se comienzan las carreras por la meta, ni los edificios con la fachada, se requiere sentar las bases de la estructura. Comencemos con los cimientos perdurables sobre los que se funde una sociedad que conozca sus derechos y también esté consciente de sus deberes porque hasta en las películas, se llega al fin, luego de la trama y a las grandes obras, desde un borrador.

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