Hace años solía dar “bolas” a los que veía en las calles solicitándolas. Me encantaba hacer ese favor. Pero en una ocasión, alguien robó mis lentes y desde ahí dejé esa práctica.
Por casualidad de la vida, el ladroncillo me conocía y comentó el hecho a alguien de mi entorno. “Le cogí unos “raiban” al señor Pedro y con lo que me pagaron compré drogas”, dijo con aire triunfal.

Perdimos la virginidad. Ya no somos los de antes, aquellos seres eternamente adolescentes, silvestres y confianzudos; ahora debemos ser prudentes hasta para saludar al nuevo vecino, que nadie sabe qué hace o de qué vive.

Ya dejamos aquello de ser graciosos con todo el mundo, cuando intimábamos con los primeros que encontrábamos como si nos conociéramos de antaño. Hasta la hospitalidad que nos caracterizaba se esfumó. Nuestra libertad de tránsito está limitada, pues los espacios de seguridad cada vez son más escasos.

Muchos despertamos algo tarde, quizás porque era preferible para el espíritu vivir y morir soñando con lo noble y con un porvenir de esperanza que abrir los ojos para encontrarnos con una cruda realidad de drogas, atracos, narcotráfico y temor por nuestras vidas y propiedades.

Hace días platicaba con un joven estudiante de Santiago y confieso que me quedé pasmado con lo que me comentó. “Pedro, doy gracias a Dios que trabajo y estudio, a diferencia de todos los que se criaron conmigo, que ahora están metidos en la droga”. Le pregunté que si ese “todos” significaba “todos”, y me dijo que sí.

Supuse que era un hecho aislado, pero no. Cuando cuestioné a otros jóvenes de comunidades distintas y de diferentes estratos sociales, la respuesta fue la misma: “La droga está en todas partes”. Me mencionaron calles y esquinas por las que había transitado, las cuales estaban cundidas de puntos de drogas, y yo en Belén con los pastores, sin percatarme de nada.

Ahora sé que pecaba de exceso de inocencia cuando pensaba que nuestra sociedad no estaba tan mal, aunque ya tenía datos firmes de que la droga estaba relacionada con la mayoría de los atracos.
Prácticamente todos los días las autoridades anuncian el hallazgo de drogas y para colmo de males dejamos de ser simple puente para los Estados Unidos y Europa, sino que somos consumidores, que esa droga se vende aquí.

Debemos preocuparnos y ocuparnos más del problema de las drogas que nos ha arropado de pies a cabeza. La solución está en la educación, oportunidades de empleos, deporte, cultura y buen ejemplo desde el poder. Mientras tanto, extraño aquellos tiempos donde en mis viajes solitarios le daba un aventón a alguien, donde incluso hice amigos.

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