Todos quieren ser ricos, profesionales y sabios, pero pocos toman el camino que hay que emprender para alcanzarlo. La riqueza, aun heredada, requiere organización, ahorro y no gastar más de lo que se tiene porque las ambiciones podrán ser ilimitadas, pero no hay fortuna que sea eterna y que pueda aguantar salidas sin entradas. Ninguna profesión se forja sin un trayecto de años de preparación y otros tantos de experiencia, el prestigio requiere perseverancia y constancia para darse a conocer. De igual forma, se puede considerar ser culto y versado sobre algún tema en específico, siempre que se adquieran destrezas y conocimientos que conllevan tiempo, para luego percatarse de que, dentro del universo del saber, apenas se domina una constelación y falta mucho por explorar, como si de un recordatorio de humildad se tratase para comprender que es más lo que ignoramos que de lo que podemos tener dominio.
Se aspira llegar a la meta sin recorrer la carrera de obstáculos para alcanzarla, pero la teoría resulta siempre más cómoda que llevarlo a la práctica; somos especialistas en postergar e instruir a otros para recomendarles lo que hay que hacer, pero lentos en ser quienes lo asuman. Ese cuerpo armónico, saludable y atractivo cuesta muchas horas de ejercicio y comer con moderación, sin embargo, es preferible suspirar por esa apariencia de revista que hacer lo propio. Es siempre más cómodo ser el espectador, opinar, criticar y pontificar de lo que el otro debió hacer, que ser el protagonista que se ha atrevido a intentarlo y destacarse sobre las tablas.
El inmediatismo nos está llevando a exigir respuestas rápidas y resultados a corto plazo, cuando hasta los mejores platos exigen horas de cocción para ser degustados como corresponde y esperar que estén templados para ingerirlos sin que provoquen indigestión. Los proyectos resultan duraderos en la medida de que cuenten con un proceso previo porque los caminos cortos solo llevan a triunfos efímeros que se desvanecen como burbujas de jabón, paciencia pedimos, pero no la damos para lograr el objetivo final. Nos hemos convertido en expertos para señalar qué hacer, no para decidir cómo hacerlo. Y es que los zapatos se pueden apreciar bien desde cierta distancia, calzarlos y caminar con ellos, es solo para valientes.