Juan Pablo Duarte fue el precursor de la idea de que nuestra nación se convirtiera en una República independiente, soberana y libre de toda dominación extranjera. Y tuvo fe en que eso era alcanzable cuando éramos un pueblo de unos 100 mil habitantes, ocupado y dominado por el poder haitiano, y cuando muy pocos creían que eso era posible.

Duarte fue la bujía inspiradora del movimiento político y militar que enfrentó al poder haitiano que mancillaba la dignidad y el territorio dominicano, creando y actuando acorde a las circunstancias, creando una estructura político-militar llamada La Trinitaria, la cual fue el embrión del gran ejército libertador de la República. Duarte nunca traicionó sus ideas ni su fe.

Siempre puso todos sus esfuerzos, todos sus bienes y toda su vida en favor de liberar a nuestra nación y de que ninguna potencia o imperio del mundo estuviera dirigiendo nuestros destinos.

Duarte fue un hombre de fe que nunca vaciló en entregar todo por su ideal de libertad, independencia y bienestar de todos sus compatriotas.

La falsa imagen de Duarte

Tradicionalmente nos han presentado la imagen de un Duarte idealista y soñador, de un hombre que pensó en la idea de la independencia y que luego se fue del país por temor.

Incluso, han llegado a decir que otros patriotas fueron los verdaderos Padres de la Patria porque estuvieron presentes en el Parque Independencia la noche del 27 de febrero de 1844 cuando se consumó la primera parte del proceso independentista y Duarte no estuvo ahí. Otros afirman que él nunca dirigió tropas y que sólo fue un soñador iluso que sembró la idea de la libertad y nunca más hizo algo por ella.

Nada más falso que todas esas ideas.

Duarte fue el precursor y guía de la idea independentista.
Fue el artífice de la estrategia militar para lograrla. Fue General y miembro de la Junta Central Gubernativa y estuvo en el campo de batalla tanto en el Sur como en el Cibao.

Y fue aún más lejos, pues cuando se produjo la traición a la patria con la anexión a España en 1861, abandonó el exilio voluntario que tenía en Venezuela y a pesar de su avanzada edad y su precaria salud, vino a ponerse a disposición del gobierno restaurador. Vino a ayudar que nuevamente se liberara la patria traicionada por Pedro Santana y los malos dominicanos que siempre enfrentaron a Duarte y que paradójicamente lo expulsaron del país llamándolo traidor a la patria, siendo ellos los verdaderos traidores.

Duarte, un hombre de fe y de acción

Duarte fue un hombre de carne y hueso. Que tuvo virtudes y defectos como todos los seres humanos. Que enfrentó con decoro y con dignidad las bondades y las traiciones de sus prójimos, pero que siempre sembró el amor y no el odio entre sus hermanos.

Duarte no fue un Dios ni un Cristo. Fue un hombre de ideas, de fe y de acción que supo actuar acorde a su época, que entregó todo por sus sueños sin esperar nada personal a cambio y que sembró para siempre el ideal libertario entre los dominicanos.

Duarte siempre fue un liberal, un hombre de ideas avanzadas y progresistas, un firme defensor de la independencia plena y total sin tutelaje de nadie. Por eso, fue marginado y desterrado por el grupo que quedó al frente de los destinos de la nación después del proceso libertador.

Ese grupo, encabezado por Pedro Santana nunca creyó en la independencia plena. En 1861 anexaron la patria a España y con esa acción mostraron claramente que su patriotismo de 1844 no era sincero ni comprometido como el de Duarte.

En este año 2018, cuando celebramos con orgullo dominicanista el 205 aniversario del nacimiento del creador de la nacionalidad dominicana, podemos afirmar que la trascendencia y el ejemplo de Duarte han logrado superar todas las maquinaciones de aquellos que han querido empequeñecer o desvirtuar su verdadera dimensión como Principal Fundador de la República y Padre de la Patria Dominicana.

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