La gente no imagina la importancia de estar consciente de si tenemos o no problemas visuales. Ignorarlo puede acarrearnos muchos problemas, no solo en términos de salud, sino al escribir, leer, enviar correos o interactuar mediante cualquier sistema de chat.

Escribo al respecto porque he tenido varias experiencias, ajenas y mías, de la importancia de corregir este problema que afecta hasta involuntariamente la buena redacción.

Hace días una amiga me escribía y las letras se le entrecruzaban, al preguntarle si usaba lentes, su respuesta fue afirmativa, pero agregó que casi no los usaba.

De hecho, tengo la certeza de que ella escribe muy bien, por eso mi duda al recibir en varias ocasiones redacciones con faltas, pero en esta ocasión, eran por descuido, no por desconocimiento de las normas gramaticales.

Otra amiga pasa por lo mismo, su tozudez de no colocarse los lentes para escribir en el chat hace que en algunas ocasiones ni logre entenderla y tenga que decirle: “Ponte los lentes”.
Pero no solo se da este problema, el descuidar nuestra salud visual también nos puede meter en líos, como por ejemplo, enviar una información a alguien por equivocación porque nuestro déficit de la vista nos jugó una mala pasada.

Recuerdo que un sobrino sufría de dolores de cabeza y tenía unas ojeras terribles por vivir pegado del computador. Un día, haciéndole unos estudios médicos, le dije que estuviera atento a la pantalla para cuando nos llamaran. Él me dijo: “tía, no leo nada”, respuesta que me preocupó y lo llevé a una oftalmóloga. Las palabras de la especialista fueron: “Usted es literalmente ciego… ¡Cómo anda así en la calle!

Cuando le confeccionaron sus lentes, me sentí muy bien cuando me dijo: “Tía, veo nítido, yo era ciego y no lo sabía”. Mi sobrino escribía con faltas ortográficas garrafales y ha mejorado después de eso.

Son muchas las anécdotas de cómo influye cuidar nuestra visión, al hacerlo, nos respetamos y nos queremos, pero sobre todo nos cuidamos de cometer errores involuntarios por un descuido imperdonable.

Siempre recomiendo la historia de Ben Carson (Manos Milagrosas). Esa parte donde la madre se entera que su hijo iba mal en la escuela y no se concentraba. Lo llevó al oftalmólogo: el chico era prácticamente ciego. Cuando le colocaron sus lentes, empezó a mejorar en la clase y a prestar la real atención a todo lo que acontecía.

No olvides colocarte tus lentes no solo para leer, sino para escribir y enviar cualquier mensaje, para que repitas la historia de estos protagonistas que he compartido.

¡Gracias por leerme!

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