Según su página web, la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT) tiene por objetivo “reorganizar el tránsito y todo lo relativo al transporte en el área metropolitana en nuestro país”, funcionando como “una dirección técnica y especializada… bajo la dependencia de la Policía Nacional que opera conforme a las políticas que establezca el Ministerio de Interior y Policía y el INTRANT y su Consejo Directivo” en los aspectos relativos a la Ley No. 63-17, de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial de la República Dominicana. (G. O. No. 10875 24 de febrero de 2017), y sus reglamentos.

Sin dudas, su labor es difícil, con un tránsito tan caótico como el nuestro pero, a veces, muchas de sus acciones generan una percepción negativa sobre sus funciones y le pone a la ciudadanía en contra.

En la calle, y más en estos últimos meses, parecen estar más atentos a “poner multas” que a controlar el tránsito. No es ocioso suponer, casi afirmar, que los montos de “recaudación” por imposición de multas aumentaron en comparación con el año pasado. Ahora, es común verlos hasta escondidos, incluso grabando o tomando fotos con celulares, mientras, muchas veces, en sus espaldas el tapón crece, sin control. También, es posible verlos detener vehículos o andar entre ellos en algunas intersecciones, mientras los semáforos están en rojo, tocando los cristales e imponiendo multas a diestra y siniestra. Claro, esto lo hacen en contra de los choferes de vehículos “privados”, los del transporte público parecer estar exonerados.

Para solo poner un ejemplo, pase usted por la intersección que forman las avenidas Máximo Gómez con John F. Kennedy, después de las 8 de la noche, en dirección Sur-Norte, y aunque ande despacio, respete el semáforo que está en la calle anterior, tenga el cinturón, es posible que le hagan pasar un mal rato, pues parece que los 10 agentes, a veces más, que se reúnen allí, tienen que terminar el día con algunas multas y allí las completan.

Digo esto porque, para colmo, lo que pensábamos era una especie de leyenda urbana, resultó cierto. A los agentes les instruían que debían poner cierta cantidad de multas al día, según confirmó a la prensa el director de la DIGESETT, general de brigada Ramón Antonio Guzmán Peralta, el cual dijo que “eliminó las cuotas de multas que tenían que poner los agentes en las calles”. Al efecto, estas declaraciones fueron desafortunadas, debido a que la percepción es contraria.

También, es probable, que muchos lectores tengan también sus historias desagradables con estos agentes, los cuales deben medirse y ser equilibrados, aunque inflexibles con la aplicación de la ley cuando sea necesario. De otra forma no recuperarán el prestigio inicial de la institución ni el respeto de la ciudadanía por los mismos.

Una buena gestión en la DIGESETT no implica solo aumentar las multas (a la clase media), también se debe cuidar la imagen. La ciudadanía no debe tener temor por la institución, sino respeto. Están a tiempo de corregir y entiendo que tienen un personal con la capacidad de lograr ese propósito.

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