Hoy es el último lunes del año y mañana el último día del 2019. Aunque se trata simplemente de un paso más en el proceso cronológico de nuestras vidas, una simple medida del tiempo, lo asumimos como un hito, como una marca, adonde todo puede ser distinto, mejor. Es tiempo de propósitos, de planes para el futuro inmediato y para el de más allá; espacio para proyectos, cambios para mejorar o para miras y acciones de provechos. Para unos, termina un periodo incomodo, de dificultades, de obstáculos y para otros, de éxitos, bienestar y logros. Para la mayoría, un espacio “mesturado” como es la vida en sí: éxitos, fracasos, tristezas, alegrías, pérdidas, logros, “asigún”. El miércoles estrenamos año, y llega nuevecito, con esperanzas y propósitos, intentos, y búsqueda de oportunidades para una vida que trascurre. Es año de elecciones y de afanes políticos potenciados; es tiempo de seleccionar quienes habrán de conducir los estamentos de los gobiernos municipales y nacional y a los cuestionados senadores y diputados. En lo personal hay que decir que, aunque se lo deseamos a los demás, el año no “trae” nada. Las oportunidades, los éxitos, las metas alcanzadas si bien tienen una pizca de azar, están constituidos esencialmente, de actitudes, esfuerzos y sacrificios. Es tiempo de frases mágicas, que lanzamos con ánimos positivos deseando atraer la felicidad, la dicha, la suerte, las bendiciones, aunque estén formadas de utopías. Es espacio apropiado para mirarnos por dentro y definir razones, planes y propósitos, aunque la acumulada experiencia de vida sea voluminosa. Las esperanzas deben alcanzar hasta el último suspiro. Es momento para estrategias, para dedicar esfuerzos a batallas con sentido y tratar de modificar realidades que nos afectan, enfrentando temores personales que solo de esta manera pueden ser superados. Para luchar por la felicidad propia y evitar que nada ni nadie te alejen de ella. El año nacional que recién ha de comenzar es, como todos, incierto; que habrá de transcurrir en paz, aunque convulso; en armonía, aunque andemos por rutas y coloridos diversos; con propósito común de que la patria requiere de todos, aunque las consignas anden por caminos y tonos divergentes. Los dominicanos somos medularmente pasionales, fanáticos rabiosos en cuanto emprendemos y a la vez dados a los despropósitos que nos apartan de objetivos. Abogo por que la conciencia común no se descuide en sus objetivos fundamentales y que, dentro de las intenciones del nuevo año, incluyamos fortalecer la dominicanidad: marcar claramente el territorio y razones del país dominicano; que sea este, motivo para nuclearnos como nación al margen de los aspectos que nos separan y que en la “entretención” no descuidemos la defensa de lo nuestro. No esperemos que las grandes naciones sean quienes defiendan los intereses nacionales. Esas están centradas en defender los suyos. Feliz 2020!!!

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