El presidente Luis Abinader está materializando un cambio que puede producir una transformación general de la sociedad dominicana.
Se trata del saneamiento de la gestión pública, ámbito desde el que turbios negocios han propagado la corrupción e impunidad que han llevado al país a los escandalosos niveles de deterioro y descrédito en que cayó en los últimos años.

En el primer decreto de su ejercicio presidencial, Abinader designó a Milagros Ortiz Bosch directora general de Ética e Integridad Gubernamental y luego a Carlos Pimentel, el de Participación Ciudadana y Transparencia Internacional, al frente de Compras y Contrataciones Públicas.

Al juramentar a Milagros el presidente Abinader dijo que con ello enviaba una señal a los funcionarios y al país de por dónde venía su gobierno.

Desde entonces ha dado riguroso respaldo a los controles establecidos en Compras y Contrataciones Públicas, y el martes visitó junto a Milagros la sede de la entidad para felicitar a su equipo por crear un software que dinamiza el monitoreo de los procesos de negocios que hacen las instituciones gubernamentales.

El Presidente ha seguido un curso rectilíneo hacia el saneamiento de la administración del dinero de todos, sentando las bases de una nueva cultura en la gestión pública, que a su vez irradiará un saneamiento general del país.

La madre de todas las batallas que debemos ganar los dominicanos para institucionalizar y organizar el país, establecer el Estado de derecho e instaurar un modelo de desarrollo que erradique la pobreza y fomente el desarrollo social, es asumir que la Constitución y las leyes son para cumplirlas.

Eso contribuirá a que quien ejerce la autoridad se cuide de no abusar del poder, a que los machos entiendan que cuando la hembra dice no, es que no, a no conducir como locos, atentando contra la vida propia y de los demás, a no ponerle la mano a lo ajeno y a cumplir la proclama de Juárez de que la paz viene del respeto al derecho ajeno, todo lo cual daría inicio a una auténtica revolución nacional.

Hay quienes postulan que la irreverencia del criollo frente al orden y las leyes viene desde su carácter mismo, que va con su ADN.

A ese criterio se oponen quienes defendemos que los hombres, incluyendo a los dominicanos, tienden a evolucionar a estadios superiores de existencia, que pueden mejorar su conducta.

Ha ocurrido que el criollo ha estado bailando la música tocada por la mayoría de sus gobernantes y líderes políticos, que han faltado a su obligación de cumplir y hacer cumplir la norma.

Ahora, con el liderazgo de Abinader, la gente aprenderá a bailar diferente, porque para mal, y para bien, la costumbre hace ley.

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