Hace un par de días todos los medios reprodujeron la noticia de una mujer que apuñaló a su jefe en una tienda. En un video captado en el establecimiento se observa al empleador maltratando a la empleada hasta que ella agarra un objeto y se defiende con él.

El empleador murió por la herida que le causó el objeto. La mujer huyó. Estos fueron los hechos; lo que circuló es “Mujer Dominicana Mata Hombre Chino”.

De acuerdo a distintas informaciones, la empleada era maltratada continuamente por el empleador. En múltiples publicaciones en las redes vi gente preguntándose por qué ella no lo denunciaba.
En otras ocasiones hicieron comentarios condenándola. Algunos hicieron referencia a su color, su aspecto y otras características de sus condiciones de vida.

Luego de leer las noticias del hecho y ver diversas reacciones de la gente, me quedo con varias ideas. Antes de todo, es necesario destacar que, sin importar la circunstancia, la violencia no es defendible. A la vez, conviene recordar que en momentos de peligro, todas las personas actuamos de forma instintiva, nos defendemos de la mejor manera que tengamos a mano.

Lo primero que llama a mi atención es lo que evoca la forma en que se comunica el hecho. Estamos de acuerdo en que una empleada mató a su jefe. Sin embargo, casi todos los medios insisten en señalar que ella es dominicana y él chino.

Usar las notas coloridas para llamar la atención de las audiencias es válido. Solo que cuando ese color potencia reflexiones de carácter clasista o discriminatorio, el recurso pasa de ser una herramienta para el atractivo a un instrumento que agudiza prejuicios.

Aunque en una dimensión distinta, es similar a aquel titular que se hizo clásico de mala práctica en el periodismo dominicano: “Mueren Cinco Hombres Y Un Haitiano”. En el marco del contexto de la información, tal vez sí sea conveniente señalar que el hombre es de origen chino. Pero, darle a la nacionalidad un valor noticioso equiparable al acto de violencia, dista de ser un buen ejercicio.

La segunda cuestión tiene que ver con los comentarios. Hubo un usuario que se refirió a lo que ocurriría si la mujer fuera blanca o de otro contexto. Aunque no me atrevo a convertir la discusión en un tema racial, sin dudas se trata de un conflicto de clases. Sin ánimo de entrar en las típicas discusiones políticas sobre oprimidos y opresores, el video que circula en los medios muestra a un empleador agredir con saña a su empleada.

A la vez, llama poderosamente a la atención que el resto de los compañeros de la mujer no acude a auxiliar al jefe. Si tú como superior de un equipo de trabajo despiertas tan poca empatía en tus compañeros, hay que hacer una revisión profunda de qué hay por debajo.

Bajo ninguna circunstancia trato de decir que ella es culpable o no. Pero es a la justicia a quien corresponde determinar la tipificación del hecho y las consecuencias que tendrá que enfrentar.

Lo que sí considero es que, atacarla por razones ajenas a los hechos duros, pone de manifiesto los prejuicios con los que andamos. Esto me lleva a la segunda cuestión. En ningún comentario he visto que se refieran a las razones por las que permanecía trabajando como cajera del establecimiento. Es decir, diversas publicaciones cuestionan que no denunciara el maltrato del que era víctima.

Ese cuestionamiento tiene dos orígenes. Uno está relacionado con la costumbre que tenemos de hablar desde nuestros privilegios. La otra, está vinculada a la práctica de culpar a la víctima por sufrir agresión.

En torno al primer caso, quienes se preguntan por qué no denuncia no alcanzan a comprender que en ocasiones un empleo, por malo que sea, es la única fuente de ingresos que se posee. La denuncia puede equivaler a perder la posibilidad de pagar alquiler, transporte, alimentación propia y de los hijos.

Sobre la segunda cuestión: es común ver este tipo de interrogantes ante casos de mujeres maltratadas por sus parejas, abusadas sexualmente, asaltadas o en cualquier otra situación de violencia y vulnerabilidad. Siempre surgen las expresiones que incluyen una acusación velada a la víctima, como si fuera culpable de recibir el maltrato.

En definitiva, este se suma a los casos del país que sirven para pensarnos como sociedad. A la vez, evidencia la vulnerabilidad y el maltrato del que podemos ser víctimas en cualquier momento cuando no contamos con un sistema de seguridad que nos proteja.

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