Hobsbawn plantea en “Guerra y paz en el siglo XXI”, que “las desigualdades a que ha dado lugar la globalización descontrolada del libre mercado”, son caldo de cultivo para “todo tipo de inestabilidades y agravios”, y que al no existir un sistema de “superpotencias internacionales plurales” que evitaban las catástrofes globales por el estallido de una guerra total, salvo el “periodo comprendido entre 1914 y 1945”, no es descartable del todo caer en el abismo de otra guerra sin par. Como vemos, Hobsbawn era una especie de pesimista bien informado.

Sobre la hegemonía y el declive norteamericano, después de dominar la escena internacional tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, afirma que la violencia no basta para mantener el orden, un dicho de la época napoleónica reza: “Puedes hacer lo que quieras con una bayoneta, salvo sentarte en ella”. Aún los imperios deben ejercer el poder “blando”, indirecto. La hegemonía no se sostiene solo con las armas. Por lo cual entiende erradas las razones norteamericanas para abandonar la política internacional que lo tenían en una posición de preponderancia internacional, luego de los atentados del 11 de septiembre. Al respecto, afirma que “ha sido la política megalómana de Estados Unidos a raíz de los atentados del 11 de septiembre lo que ha socavado, en gran medida, los pilares políticos e ideológicos de su antigua influencia hegemónica, dejando al país sin más instrumentos que una fuerza militar realmente aterradora para consolidar la herencia del período posterior a la guerra fría”, (p. 60).

Sin embargo, aún con las críticas que hace a la gran potencia del norte, no deja de reconocer: “Nos guste o no, Estados Unidos seguirá siendo una superpotencia, una potencia imperial, incluso en una etapa de declive económico relativo evidente”, (p. 63).

Casi al final del ensayo titulado: “El imperio se extiende más y más”, Hobsbawn afirma, luego de realizar un análisis de la realidad internacional en los últimos 50 años del siglo pasado, dominado totalmente por los Estados Unidos de Norteamérica, que: “Resulta imposible saber cuánto durará la actual supremacía de Estados Unidos. Lo único de lo que podemos estar seguros es de que será un fenómeno temporal, como lo han sido todos los demás imperios”, y concluye con esta frase: “En el curso de mi vida he visto el final de todos los imperios coloniales, el final del llamado Reich de Mil Años alemán, que duró sólo doce, y el final del sueño soviético de la revolución mundial”, (p. 107).

En el último capítulo, que lleva por título: “El orden público en una época de violencia”, habla sobre las dificultades de mantener el orden en un mundo cada vez más violento y que ha afectado los cimientos mismos del Estado, que ya no tiene el “monopolio de la violencia”. Un ejemplo podría ilustrar esta afirmación, para 2006, año en que escribió este trabajo, afirma que “los Kaláshnikov o rifles de asalto AK47 (rusos) la más formidable de todas las armas cortas. (…) circulan por el mundo algo así como unos 125 millones de estos fusiles”.

Recomendamos la lectura de esta obra para ayudarnos a comprender el presente y prepararnos para el futuro.

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