Un ex presidente, hoy en la gatera o sótano electoral, ha procurado, afanosamente, trabajar en dos líneas estratégicas: a) romper una polarización -Gonzalo-Abinader-; y b) al mismo tiempo, contradictoriamente, quizás traicionado por el subconsciente de la venganza, empujar-coadyuvar a la estrategia mediática del PRM -no obviemos que son aliados-. Esa ha sido una estrategia inaudita, pues se suponía que su capital político, poco o mucho, daba para formar una organización política -no un cambio de siglas: PTD-LFP-. Pero se decantó por una franquicia que juega, en realidad, a bisagra (y mirando hacia el PLD). No hay duda, obvió al periodista Felipe Ciprián, y el tiempo, inexorable, no le alcanza.

Sin embargo, no siempre aparece un Juan Bosch -partero de dos partidos mayoritarios; pero no deja de asombrar que, siquiera el intento, más cuando teóricos “bochistas” -izquierdistas de derecha- susurran-escriben tesis catastróficas, análisis-tendenciosos y poesías de una quimera que ya se marchitó, al punto de testarudez y obnubilación estrepitosa.

Y ha sido tanto el extravío que, incluso, post-febrero 16, en esa doble línea estratégica, el ex, ha renegado hasta de su propia Constitución del 2010. La misma que quitó el “jamás” (Hipólito-2002) para restituir, contraviniendo el consenso, el “vuelve y vuelve” intercalado, y que también consignó la figura del Consejo Económico y Social para “…asegurar la participación de empleadores, trabajadores y otras organizaciones de la sociedad en la construcción y fortalecimiento permanente de la paz social” -artículo 251-. Es decir, que la defensa de la Constitución es “asigún” convenga. Increíble paradoja del que se “canta y se llora”; y encima, descalifica sin todavía poner número a la casa (¿cuántos votos obtendrá la LFP el domingo?).

Ese maridaje -Leonel-Abinader-, ha ido tan lejos que tiene, incluso, a “analistas”-periodistas y titiriteros-kamikazes -de redes sociales- llamando la atención, guapitos, cada vez que el PRM se sale del libreto y ejerce su principalía opositora, en su doble juego de predicar “Cambio” y aprovechar lo que el odio-venganza ofrece.

En fin, esta coyuntura electoral pasará a la historia como la coyuntura de los puentes rotos y donde redes sociales, noticias falsas y guerras mediáticas hicieron malabares por imponer percepción y manipulación mediática-periodística en la construcción de “tendencias” y “mayoría electoral” artificiosa. Además de machismo-caudillismo (desvelado), ¡sin parangón!, del otrora tres veces presidente.

Tal vez me equivoque, pero, insisto, ya no febrero sino marzo, marcará, en cualquier dirección, estas elecciones donde el país ha visto de todo -como en botica-: “demócratas” conversos, izquierdistas de derecha; y como nunca antes: políticos-periodistas “de la secreta”, y dos campañas en paralelo, la virtual y la análoga.

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