Domingo Caba Ramos es uno de mis articulistas preferido. Hace días publicó uno titulado ¡Desgarrador y preocupante, pero cierto! Se refería a una profesora que participaba en el curso “Formación en el uso de herramientas digitales para la docencia“, organizado y coordinado por el Ministerio de Educación. Nuestra protagonista le envió a los integrantes de su grupo de trabajo la siguiente nota: “Buenas tardes hoy hacido muy importante la clase de hoy, aprendimo mucho”.

Al leer aquello, el autor reflexionó: “Ya entiendo por qué nuestro país siempre aparece en los últimos lugares en el Informe (PISA).
Un profesor solo puede escribir así, cuando sufre de “lecturofobia”, es decir, cuando entiende que la lectura le produce alergia, rasquiña o coronavirus». Y remata con lo siguiente: “La susodicha profesora, ¡oh sorpresa!, imparte Lengua Española en el nivel secundario, posee título de maestría y tiene veinte años en el servicio educativo”. Yo, de inmediato, recordé dos experiencias que me ocurrieron siendo profesor de Historia de las Ideas Políticas, en la facultad de Derecho de una universidad dominicana.

Mientras hablaba de las dictaduras latinoamericanas y del anticomunismo que les servía de excusa ideológica para cometer sus barbaries, analicé la Era de Trujillo. Y al mencionar a Jesús de Galíndez, un estudiante de término me preguntó: “Profe, ¿y qué diferencia hay entre Jesús de Galíndez y Jesús de Galilea?”.
Tragué en seco. Naturalmente, le aclaré las cosas sin negar incomodidad en mis palabras.

En mi segunda vivencia impartía la misma materia. Estaba emocionado teorizando sobre la Doctrina Monroe, que ya en el año 1823 establecía que los Estados Unidos de América no tolerarían ninguna interferencia o intromisión de Europa en nuestro continente. Cuando casi concluyo, una dulcinea me cuestionó sobre si había alguna relación entre la Doctrina Monroe y Marilyn Monroe.

Asumí el caso con sabiduría y le indiqué que si bien era cierto que entre la Doctrina Monroe y la hermosa Marilyn había semejanzas patronímicas, la mayor incidencia en la célebre doctrina la tuvo el destacado politólogo Gilberto Monroe (el extraordinario intérprete de boleros, por si acaso).

Luego les hablé en serio y además de explicarle el tema, exhorté a los alumnos a leer y a tener una sólida cultura universal y lo hice de forma paternal, casi con pena. Lo lamentable es que cuando converso con otros profesores universitarios me cuentan situaciones parecidas. ¿Dónde está el problema: en la familia, la escuela, la universidad o el Estado?

Domingo Caba Ramos: ¿Podrías ayudarnos a buscar la respuesta para ver cómo salimos del atraso y empezamos a desarrollarnos como pueblo? Y es que la culpa de la ignorancia de la profesora que mencionaste la pagará el estudiante.

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